RESUMEN
En este breve ensayo solo enfatizaremos tres hitos que demuestran la autenticidad de Vicente Bianchi Alarcón que toda persona debe conocer de la historia de la música en Chile y Latinoamérica. Estas son Misa a la Chilena; musicalización de los versos de Pablo Neruda; y el Te Deum Laudamus.
ABSTRACT
In this short essay we will only emphasize three milestones that demonstrate the authenticity of Vicente Bianchi Alarcón that everyone should know about the history of music in Chile and Latin America. These are Chilean Mass; musicalization of Pablo Neruda’s verses; and the Te Deum Laudamus.
VICENTE BIANCHI: EL SENDERO DE LEGAR
El actual Premio Nacional de Artes Musicales (2024), Valentín Trujillo Sánchez, reflexionó acerca de la obra holística de Bianchi Alarcón, que:
Ser chileno, vivir en la capital, estar estudiando piano en el Conservatorio Nacional de Música, ser un niño músico en la década del ’40, y querer ser Vicente Bianchi. Esa era mi inocente insolencia a los 10 años. Con el tiempo elegí el camino de admirarlo. Era preferible acercarse a su arte desde mi puesto de observación de joven músico que, como tantos otros, encontramos en Vicente Bianchi el modelo a imitar. Así, estuve atento al gesto de su mano de director brillante y pude conocer al compositor de extraordinaria elegancia y finura. Seguí de cerca, hasta ahora, su talento como arreglista soberbio en el trato de la orquesta y sus dibujos, como llama Bianchi a las hermosas frases con que adorna sus orquestaciones. Elegí, desde mis primeros oficios como músico, y hasta ahora, la opción de admirar a Vicente Bianchi en su condición de artista culto e inteligente, que nos enseñó hasta el límite de llevar a todos la poesía de Neruda, con quien realizó un trabajo jamás repetido de poesía y música popular.
Conocerlo y admirarlo. No tratar de alcanzarlo (Trujillo Sánchez, 1996, p. 4).
La trascendencia musical de Vicente Bianchi Alarcón ha marcado la historia artística de nuestro país. Durante su vida le entregaron innumerables reconocimientos materiales, tales como: Premio Folclor (1998), la Orden al Mérito Docente y Cultural Gabriela Mistral (2002), el Premio a lo Chileno (2004), el Premio APES a la trayectoria (2008), Medalla de Honor Pablo Neruda (2011), Doctor Honoris Causa por la Universidad Tecnológica Metropolitana (2015), y el merecido y esperado Premio Nacional de Artes Musicales de Chile (2016).
Entre sus reconocimientos, cómo no hacer mención al doctor honoris causa que le fue concedido por la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM); lo recibió el 6 de mayo de 2015 (UTEM, 2015 a). En la argumentación para esa distinción dice tácitamente: “Por su brillante trayectoria profesional como estudioso de la música y extraordinaria vocación como pianista, compositor, arreglador orquestal y creador de la música de nuestro himno institucional” (UTEM, 2015 b). Asimismo, el rector Luis Pinto Faverio afirmó –a nombre de la institución superior– su especial deferencia a la herencia musical de Bianchi Alarcón, que legó a la UTEM, como un patrimonio inmaterial, que genera y promueve el respeto, y una admiración única (UTEM, 2015 b).
Un año más tarde, el 23 de agosto de 2016, se le confirió el Premio Nacional de Artes Musicales (2016); tenía 96 años. Cabe señalar que Vicente Bianchi había sido postulado diecisiete veces al premio mencionado. Sin embargo, él ya estaba convencido de que jamás lo recibiría (CNN, 2016). El jurado que otorgó el premio al compositor estuvo compuesto por: la ministra de Educación, Adriana Delpiano; el rector de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi; el rector de la Universidad de La Serena, Nibaldo Avilés, en representación del Consejo de Rectores; el representante de la Academia Chilena de Bellas Artes, Fernando García; exceptuándose la asistencia del premiado anterior, el compositor León Schidlowsky Gaete (Menanteau, 2017, p. 23).
Según el investigador Álvaro Menanteau Aravena, a Bianchi Alarcón se le entregó el Premio Nacional de Artes Musicales, debido a que:
i. colocó en práctica la experiencia como pianista clásico extrapolando a la lectura, interpretaciones e improvisaciones hacia las innumerables músicas populares;
ii. musicalizó los versos de Pablo Neruda y las liturgias católicas. Estas últimas, desde la originalidad más pura y profunda crearon una nueva forma de hacer música religiosa, tanto en el país como en el mundo;
iii. englobó la teoría musical, la armonía y la orquestación de estilos de música referente a lo popular y lo folclórico, lo rural y lo urbano, lo histórico y lo devoto, lo nacional y lo estético criollo;
iv. participó activamente en la radio y en distintos estudios de grabación, lo que le facilitó –en cierta medida- conocer un abanico de tonalidades (boleros, tango, canción, cueca, vals, entre otras) (Menanteau Aravena, 2017, pp. 26-27).
Por otra parte, en el sentir más humano, Vicente Bianchi legó sus obras al Archivo de Música de la Biblioteca Nacional en el año 2010, en ocasión célebre de los 147 años de la institución (Servicio Nacional del Patrimonio Cultural, 2018). Lamentablemente, el creador y compositor no estuvo presente en la ceremonia, pero sí envió un saludo mediante un video: “Un saludo muy afectuoso por los 45 años del Archivo de Música de la Biblioteca Nacional. Lamento no estar, pero les mando un saludo muy cariñoso en este día tan especial” (Archivo de Música, 2018).
A la fecha, sus obras, documentos, registros, apuntes, colección de vinilos, y otros, se conservan en dicha institución para la utilidad pública de quienes deseen investigar música chilena. Esta acción, que realizó Bianchi Alarcón, es un sacro ejemplo de lo que significa legar, puesto que los esfuerzos e intentos más profundos de su creación compositora están materializados en cada uno de los objetos donados. Por tanto, quienes tengan la posibilidad de estar en contacto con ellos, la esencia de Vicente Bianchi estará siempre en un sendero presente.
Vicente Bianchi Alarcón, a la edad de 98 años, viajó al atardecer eterno el 24 de septiembre de 2018. Se decretó Duelo Oficial en Chile (Diario Concepción, 2018).
TRES AUTENTICIDADES DE BIANCHI ALARCÓN
A nuestro juicio, Vicente Bianchi instauró tres autenticidades que evocaron un legado difícil de superar respecto de la creación compositora de la música chilena y su amplitud en Latinoamérica. Estas son:
Misa a la Chilena
El propio Bianchi Alarcón compuso la obra luego de haber escuchado Misa Luba y Misa Bantu, cuya armonización procedía del estilo africano. Así, Misa a la Chilena nació a partir de la búsqueda abstracta y material de lo que entendemos por identidad a la patria, vinculando la idea de nación con la cosmovisión de la fe cristiano-católica. De modo que la relación de ambos conceptos traería consigo la técnica musical y la percepción de lo popular (Bianchi, 1965a). Entre sus temas más renombrados: 1. Señor, ten piedad de nosotros (kyrie) (estilo araucano); 2. La Gloria (ritmo de refalosa); 3. El Credo (aire de tonada); 4. Santo (sanctus) (aire chileno); 5. Cordero de Dios (agnus dei) (ritmo de trote nortino); 6. Aleluya (ritmo de cueca) (Bianchi, 1965b).
Bianchi Alarcón definiría brevemente en cada uno de sus títulos, lo siguiente: del Kyrie, escrito en compás ¾, que marcan el cultrún, se utiliza una trompeta que representa la voz de la trutruca, y la vocalización con gran ductilidad; de La Gloria, ritmo de refalosa tradicional, seguido de una segunda parte en compás de tonada campesina, vocalización en tono suplicante; del Credo, vocalización del solista, seguido del coro, luego el interludio con una fuerza dramática, y finalmente con giros armoniosos; del Sanctus, un canto del solista con dulzura por el mayor recogimiento espiritual de la misa. Posteriormente, canto del coro Hosana en el Cielo; de El Agnus, con un ritmo nortino, danza en tono menor, y repetición secuenciada de Cordero de Dios, ten piedad de nosotros, con matices de sencillez y respeto; y del Aleluya, canto de exaltación a la gloria de dios, escrito en ritmo de cueca (Bianchi, 1965a).
Asimismo, en el disco Misa a la Chilena, se incorporaron seis canciones chilenas representativas de las diferentes zonas territoriales del país, estas son: El Costillar y La Trastasera (ambas danzas chilotas); Hueda Kona (canción tradicional araucana, interpretada en el idioma mapuche); El Burrito de Belén y Guitarra de Nochebuena (Villancicos originales); y Cachimbo Piqueño (cachimbo nortino tradicional) (Bianchi, 1965a).
Dado lo anterior, inferimos que la creatividad de Bianchi es completamente innovadora, ya que la combinación de estilos entre lo folclórico y lo religioso –en el pasado– era estrictamente de imposible realización por sus características estructurales. En este sentido, Vicente Bianchi proyecta una corriente estética musical identitaria a través de la instrumentalización utilizada en la composición, que es de carácter popular, tales como: la guitarra, el charango y el acordeón. Además de la mezcla de melodías y ritmos por medio de danzas. Así, en esta dimensión, Bianchi hizo prevalecer la herencia de la cultura criolla, propiciando una tonalidad musical que sustente el mensaje católico-cristiano de la misa.
La relación entre Vicente Bianchi y Pablo Neruda
La relación amistosa entre Bianchi y Neruda fue una de aquellas que la historia chilena escribiría para el infinito. Para muchos esta pareja fundamentó en Chile las bases necesarias para musicalizar cualquier obra escrita en verso o en prosa.
Parafraseando a Vicente Bianchi –en una entrevista que le realizaron en 2016 en su casa– (CNN, 2016), el compositor conoció a Neruda gracias a los versos del escrito Tonadas de Manuel Rodríguez (publicado en Canto General). Este texto fue recibido cuando Bianchi estaba en el Perú, y le solicitaron que lo musicalizara. Empero, el compositor estaba más concentrado en la música peruana. Fue en 1955 cuando Vicente Bianchi decidió volver definitivamente a Chile. Luego de su regreso fue invitado a la casa de un amigo; amistad que tenía en común con Pablo Neruda. En aquel salón –ya presentados Bianchi y Neruda–, con un piano, Bianchi Alarcón tocó la composición que había creado de los versos Manuel Rodríguez (CNN, 2016).
Bianchi recuerda de Neruda:
¡Se volvió loco de gusto!, me abrazó. Dijo: ¡Esto es lo que yo soñé toda mi vida! Porque me lee una élite, y yo quiero llegar al pueblo con mi poesía […] Ya convenidos […] a los tres días ya estaba recibiendo versos: O’Higgins, Carrera, A la Bandera de Chile y otros más, los de Cien Sonetos de Amor (que también tomé varios, porque él me los actualizó). Y con estos cien sonetos, un día se los fui a llevar. Ya después de muchos años –porque nos hicimos buenos amigos–, yo iba a la Isla Negra o acá en La Chascona. En todas partes, estaban en las grandes fiestas de su cumpleaños, que eran los cumpleaños más entusiastas para él. Iba a la Isla Negra y él se vestía de cocinero hasta para atender a la gente. Era muy dado para todas esas cosas graciosas, aunque no parecía, porque la gente lo veía tan seco (CNN, 2016).
De aquella amistad, artística y fraterna, apareció el título Música para la Historia de Chile (1959), una obra maestra que complementó la composición de Bianchi con la letra de Neruda. Entre ellos destacan: Tonadas de Manuel Rodríguez, Chile compañero, A la mar, marinero, Canto a Bernardo O’Higgins, La refalaíta, Sólo al mar, Patitos en la laguna, Carretita chancha, Romance a los Carrera, Consejos por casamiento, Tristeza india y La Independencia de Chile. Dichos temas fueron interpretados por los grupos musicales Silvia Infantas y Los Baqueanos (diario La Tercera, 2024).
Cabe señalar que la composición musical A la Bandera de Chile fue muy significativa para Bianchi y Neruda, puesto que el grupo folclórico Los Fortineros participó e interpretó dicha composición en el décimo cuarto Festival de la Canción de Viña del Mar (febrero de 1973) (Diario Austral, 1987), obteniendo el Segundo Lugar de la Competencia Internacional. Este hito marcó un antes y un después para los futuros folcloristas de Chile; ya que la esencia de hacer folclor nacional fortalecería aún más la carga semántica de cualquier verso.
En ese caminar, Vicente Bianchi musicalizó Cien Sonetos de Amor; el Poema XV y el poema Salitre y Las noches de Chillán (1973). Esta última obra que trabajó Bianchi con Neruda sería la despedida de Bianchi y la partida eterna de Neruda. Sobresale el hecho en que Neruda le entregó en el lecho de muerte el escrito a las propias manos de Bianchi. Pasarían las décadas y en 1998 dicha composición fue la ganadora (género folclórico) en el trigésimo noveno Festival de la Canción de Viña del Mar (BNC, 2024).
En rigor, ampliamente, la adaptación musical de Bianchi de los versos de Neruda contenía, en gran medida: i. una estructura musical focalizada en segmentos de poema épico, otorgando la captación la emotividad a través de la experiencia auditiva; y ii. un estilo musical auténtico por medio de la combinación de elementos de la música clásica y los elementos de la música folclórica. Ambas cualidades –que son fundamentales a la fecha– dieron origen a un patrimonio cultural que es propio del arte musical en Chile y Latinoamérica.
El Te Deum Laudamus
La composición fue cantada desde 1969 hasta el año 2000 en las iglesias católicas de Chile, principalmente en las ceremonias oficiales de Fiestas Patrias que se efectuaban en la Catedral Metropolitana de la ciudad de Santiago. Actualmente, esta obra es considerada como una pieza musical de base, e influyente, en la institucionalidad religiosa de nuestro país, y con algunas extensiones e innovaciones litúrgicas en otros países latinoamericanos.
En la historia de su creación, sabemos a grandes rasgos que fue el propio cardenal Raúl Silva Henríquez quien le solicitó, en 1969, a Vicente Bianchi la composición del Te Deum Laudamus (Te Deum, 2024). El Cardenal escogió el escrito de San Ambrosio de Milán (Britannica, 2024), el Te Deum laudamus (A ti, oh Dios, te alabamos), cuya alabanza fue traducida del latín a la lengua vernácula (castellano) por el presbítero salesiano Felipe Lázaro Urrizola (Guerra, 2017).
Durante 31 años la composición fue interpretada por la Orquesta Filarmónica de Santiago bajo la dirección de Bianchi Alarcón. Y año tras año estos hitos formaron parte del colectivo imaginario, como un elemento epistémico más para formar parte de la identidad nacional. De este modo, la composición Te Deum Laudamus se consolidó como un himno cristiano-católico, nacido en Chile para el mundo.
Los aplausos y el reconocimiento de sus pares no se hicieron esperar, tal como lo expresó el gran exdirector Rubén Nouzeilles: “El Te Deum Laudamus de Bianchi, que se interpreta año tras año en la catedral en este mes de septiembre, sus misas “a la chilena” y “sudamericana”, ¿son música culta? ¿son folclóricas o populares? ¿qué más da? ¡Son música buena! Eso es lo que vale” (2024).
Y es música buena, porque Bianchi otorgó al Te Deum Laudamus una asociación de estructuras que comprende lo dramático y lo emotivo, con el objetivo de despertar la majestuosidad litúrgica. En este camino, lo coral y lo orquestal evocan la visión que tuvo Bianchi para concretar el estilo y la técnica musical, y lo hace mediante la respetuosidad de los escritos inspiradores de las sagradas escrituras, estableciendo texturas y matices que atañen profundidad en el canto coral, contrastes dinámicos, diferenciación de elementos estilísticos entrelazados, interacciones corales y orquestales. Todas estas logran manifestar en el público un sinfín de emociones que orientan a la solemnidad, a la reverencia y al júbilo de la fe cristiana.
A reflexión del investigador Cristián Guerra Rojas (2017), el Te Deum Laudamus:
[…] condujo a acercarse más a las tradiciones musicales sacras católicas más evocadores del canto gregoriano y su universo modal […] la música litúrgica de Bianchi se asemeja estilísticamente más bien a aquellas tradiciones de música sacra europeas, favorecidas por los sectores más conservadores de la Iglesia católica, que a las músicas típicas tanto de Chile como de Sudamérica (Guerra Rojas, 2017, p. 44).
Argumentos que se pueden homologar a las apreciaciones de Rubén Nouzeilles:
[…] muchos de los compositores más grandes de la historia han acudido a bellos temas folclóricos anónimos para incluir en sinfonías, óperas y aún oratorios. Vicent d’ Indy así lo hizo con su Sinfonía sobre un aire montañés francés; lo propio Héctor Berlioz con Heroldo en Italia, también Beethoven con su sinfonía Pastoral y otras obras, y casi sin excepción todos los compositores rusos con temas tradicionales de sus respectivas patrias (el cuento musical Pedro y el lobo, de Prokofiev ¿no lo consideran música docta?). ¿Y qué podríamos decir de compositores españoles de este y el pasado siglo, como De Falla, Albéniz, Tárrega, Turina y aún del italiano Boccherini, cuando vivió en España, con su quinteto Detto del fandango? Podríamos llenar hojas y hojas con otros ejemplos tomados de la música, hoy clásica, europea (Nouzeilles, 2024).
Los comentarios de Guerra y Nouzeilles, positivamente, articulan la habilidad que tuvo Vicente Bianchi para toda realización de la pieza musical Te Deum Laudamus; siendo esta, a nuestra sensatez, la medida justa entre lo clásico, lo litúrgico, lo tradicional, lo europeo, lo nacional, y lo universal; trayendo consigo una nueva tradición musical que comprende un marco histórico y cultural ya establecido.
PARA CONCLUIR Y REFLEXIONAR
A nuestro parecer, y siguiendo al historiador Norbert Dufourcq (1995), las creaciones musicales son tan diferentes e imperecederas, pero que el tiempo transcurre en ellas, y estas son existencialmente genuinas y unánimes. Y, por ende, no desaparecen, sino que renacen y vuelven a renacer con más brillo y con más fulgor.
Las composiciones de Vicente Bianchi siempre estuvieron en el mejor los lazos humanos. Como no hacer mención su relación con Pablo Neruda o con el cardenal Raúl Silva Henríquez, o en sus memorias más remotas, en el que pudo ser o no pudo ser, tal como lo demostró en sus tiempos jubilosos, al querer grabar con Violeta Parra en 1967. Bianchi Alarcón, en una entrevista comentó:
Nos topamos un día en la costa y me los traje en mi auto. La Isabel y el Ángel estaban chicos. Ahí me dijo que tenía ganas de grabar algo con orquesta y yo le dije que encantado, pero que iba a tener que empezar a respetar los tiempos. Porque la Violeta tenía una métrica muy rara para cantar y tocar la guitarra. Muy difícil de seguir. Nos pusimos de acuerdo y de repente me entero que se mató. Fue una gran pérdida» (diario La Tercera, 2018).
Más, en las décadas venideras, Vicente Bianchi siguió haciendo música, y a sus los 91 años, reflexionó en lo que aún se tiene pendiente: grabar un disco de piano por recomendación de su esposa Hely Murúa. Sin embargo, Bianchi Alarcón nunca realizó esta grabación. Cuando su compañera partió a la eternidad él manifestó: “Ahora, que le hice caso, ella no está para escucharlo” (diario La Tercera, 2018).
Finalmente, Bianchi Alarcón, a nuestro tiempo, puede ser entendido como un padre de la composición nacional, que extendió y difundió numerosas formas de cómo hacer música. Quizás, para los entendidos, Vicente Bianchi mediante sus autenticidades instauró un creacionismo, con el objetivo de trasladar, transitar y traspasar aquellas innovadoras tonalidades que se anhelan crear, suscitando la estética musical chilena como una acción dinámica y magistral.
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