Artículo Vol. 1, n.º 12, 2021

Memorias de una mujer irreverente, de Marta Vergara: una breve historia del movimiento feminista chileno

Autor(es)

Carla Olivares Cariaga

Secciones

Sobre los autores

RESUMEN

El presente artículo ofrece una relectura del texto Memorias de una mujer irreverente de Marta Vergara1 que hace un recorrido memorial e histórico del movimiento feminista chileno en su primera etapa, entendida desde la década de 1910 hasta 1954. Además, el trabajo de la autora se  presenta como un texto que rompe las convenciones literarias por su carácter de relato memorial. De este modo, podemos afirmar que en él es posible conocer y acercarse a la sabiduría y los nudos feministas de esta época para visibilizar el trabajo feminista y su importancia como texto histórico y literario dentro de la producción escritural de mujeres en Chile.

ABSTRACT

This article offers a re-reading of the text Memorias de una mujer irreverente, by Marta Vergara (1962), which goes through a memorial and historical examination of the Chilean feminist movement during its first stage between 1910 and 1954. The author’s work is presented as a text that breaks literary conventions due to its memorial nature. By reading this Memoirs, we can know and become more familiar with the feminist wisdom and obstacles of those years, and therefore make visible the feminist work and its importance both as a literary and a historic text among the scriptural production of Chilean women.

 

“La memoria como paso obligado a la Historia”,
Leonor Arfuch, 2013.

“Mi intento ha sido ver cómo las mujeres mismas han narrado desde adentro de sus movimientos su contingencia”,
Julieta Kirkwood, 1987.

INTRODUCCIÓN

En 1962 Marta Vergara publicó Memorias de una mujer irreverente, la que fue una de sus obras más destacadas y con la que marcaría un precedente textual e histórico para el feminismo actual ya que da cuenta, entre muchas otras experiencias y vivencias personales, cómo este proceso se inicia en nuestro territorio. Así lo destaca en sus propias palabras:

Si estas memorias llegan a leerse estaré en una edad en que casi nada importa. Quizás estaré muerta. […] quizás garabateando estas líneas pueda ser que un día una mujer cualquiera se detenga a reflexionar con simpatía en el esfuerzo de unas cuantas exaltadas de otros tiempos por hacerles la vida menos dura. No relatamos acciones únicas ni excelsas; muchas otras tienen mayores méritos y mejor derecho para reclamar la atención en los años venideros, pero formamos parte de una historia social en la que nos cupo desempeñar un papel en el reparto y creemos que es conveniente conocer lo que nos ocurrió por el camino (Vergara, 2013, p. 99).

Cuando un texto como el de Marta llega frente a nuestros ojos desconocemos el sinfín de acontecimientos y sentimientos que se generarán luego de acabar el relato. Pero cuando además, ese texto contiene saberes y experiencias que se nos han silenciado a pesar de su importancia histórica, entonces no es difícil sentir una responsabilidad social de querer dar a conocer su contenido y fomentar en otras personas su valor simbólico en cuanto a lo que significa la lucha feminista, pero también a acercarlo a aquellos que no tienen el conocimiento de estos importantes hechos honoríficos que podrán, a través de la voz narrativa y dinámica de Marta, introducirse en su época, en su vida y su lucha junto a sus compañeras. En cuanto a la importancia de reconocer estas experiencias y acciones históricas, que por tanto tiempo han estado silenciadas, he de tomar las palabras de Sigfrid Weigel de su texto La mirada bizca (1986, p. 71) para propiciar aún más su valor hasta ahora no correspondido por el canon hegemónico, pues

Un texto descubierto en algún archivo polvoroso no será bueno e interesante solo porque lo escribió una mujer. Es bueno e interesante porque nos permite llegar a nuevas conclusiones sobre la tradición literaria de las mujeres; saber más sobre cómo las mujeres se enfrentan, en una forma literaria, a su situación actual, las expectativas vinculadas a su rol como mujeres, sus temores, deseos y fantasías, y las estrategias que adoptan para expresarse públicamente a pesar de su confinamiento en lo personal y lo privado.

A partir de las palabras de ambas autora citadas me he detenido “a reflexionar con simpatía en el esfuerzo de unas cuantas exaltadas de otros tiempos”, de su tiempo, el de Marta, y agradecida porque hoy, para mucha de nosotras la vida es menos dura gracias al feminismo y la sororidad; que por sobre todo nos ha permitido leernos, escucharnos y compartirnos nuestras propias vivencias, sentimientos y deseos desde una mirada bizca; mirando con un ojo crítico el patriarcado y con el otro, firme pero móvil y reflexiva observando desde el feminismo. Por ello, en concordancia con el estudio y relectura desde una perspectiva crítica, puedo afirmar que en texto de Marta Vergara es posible conocer y acercarse a la sabiduría y los nudos feministas de esa época, para así conocer y dar cuenta de una parte importante de la historia nacional en la que muchas mujeres, de diferentes esferas sociales, trabajaron en conjunto para un bien común junto a sus compañeras del Memch (Movimiento Pro emancipación de las Mujeres Chilenas) entre los años 1935 y 1953.

 

1. LAS MEMORIAS DE UNA MUJER IRREVERENTE, EL CANON LITERARIO Y EL FEMINISMO CHILENO

Para comprender de mejor manera cómo se articula el feminismo y el canon hegemónico para con el texto, propongo una pregunta: ¿qué es el canon hegemónico del saber y cómo este ha afectado a la construcción de la memoria feminista? La conformación de un canon literario ha constituido una categoría hegemónica casi transversal en el tiempo, pues “presupone un proceso de elección de obras que se consideran mejores que otras, más representativas de alguna corriente o postura estética (por ejemplo, burguesa, o basada en supuestos universalistas), o ejemplos de una ideología particular (como el liberalismo)” (Golubov, 2012, p. 48), la que va creando en muchos casos un marco referencial, un corpus parcial “común” necesario para la representación literaria/histórica de ciertos valores culturales o versión de la identidad nacional. Ello ha generado que numerosas obras escritas por mujeres, queden fuera de la consideración categórica del canon literario, existiendo solo algunas autoras en la nómina de escritoras, pero como meras excepcionalidades dentro de la literatura, olvidando e invisibilizando toda una amplia producción literaria a lo largo de la historia de occidente. Y en cuanto a esta deficiencia que presenta la literatura es que el rol de la teoría literaria feminista cobra gran importancia. Para Carolina Escobar (2016, p. 31), la crítica literaria feminista constituye una práctica de relectura que, centrada en estas problematizaciones desde el lenguaje/discurso, textualidad, principio de autoría, etc., ha realizado unos aportes cuya “ruptura sustancial ha sido la politización de los estudios literarios a partir del género”.

Hace más de cuarenta años se reconoce activamente la producción literaria de mujeres chilenas, y al término del siglo pasado Raquel Olea (1998, p. 35) comentaba respecto de este proceso que “el objetivo principal ha sido escenificar y generar espacio para una producción hasta ahora ausente, ejerciendo una política de recuperación de nombres excluidos y buscando significar los discursos literarios emergentes de las mujeres escritoras”. En por ello que en Memorias, la autora, además de realizar un recorrido cronológico de su propia vida llena de incidencias, nos enseña que se pueden transgredir las reglas y crear espacios comunes en pro de una vida más digna; nos guía a través de la idea que trabajando en conjunto las acciones se hacen menos duras y más factibles; que a pesar de las dificultades de la época fue una mujer irreverente en cuanto a romper las normas sociales sin rendirle cuentas a nadie; a abandonar grupos y personas que irrumpían su forma justa de ver el mundo; a moverse en espacios activos desde el feminismo o la política partidista porque confió que así se puede mejorar la sociedad, y es por lo que su lucha siempre fue desde lo personal a lo público. Por consiguiente, el texto de Marta cumple un rol importante para dar cabida histórica y literaria de cómo se fueron fundando actividades significativas para el quehacer feminista, y como es de imaginarse no estuvieron exentas de discriminación por parte de otros grupos sociales.

El Memch fue, a su vez, un milagro de equilibrio. Consiguió que sus socias se sintieran feministas sin olvidar que los desajustes de la sociedad se debían a su propia estructura, y que se interesaran por ajustarlos sin olvidar que eran feministas. Las “clásicas”, las que iniciaron en Inglaterra, Estados Unidos y otros países la lucha por la igualdad de derechos con el hombre, querían esta igualdad dentro de la sociedad existente. Con el voto, tal cual hoy se desarrollan los procesos, no se emanciparán las mujeres desvalidas como no se han emancipado los hombres, dicen los revolucionarios. […] Tal era la situación existente hace poco más de veinte años, prácticamente estábamos solas. Los que no nos atacaban de frente nos ignoraban, y las mujeres conservadoras nos habían combatido en nombre de la llamada “defensa del hogar”. Según ellas, nosotras lo estábamos demoliendo. Ya triunfantes, declararon que sus condiciones de dueñas de casa le aportaban experiencias valiosas para ser regidoras y alcaldesas (Vergara, 2003, pp. 151-152).

Cabe destacar que a comienzos del siglo XX, desde una perspectiva a nivel mundial, las prácticas feministas no eran reconocidas tan significativamente como ocurre en la actualidad. Aún más, en nuestro país, muchas de las mujeres que articularon los espacios feministas, en un comienzo, ni siquiera se identificaban como tal, ya sea por falta de información teórica y/o práctica respecto de lo que movilizaba el quehacer de las mujeres activistas.

A través de la lectura de las Memorias de Marta, podemos dar cuenta cómo por necesidad de situarse, relacionarse y de buscar comunión entre otras mujeres para una vida social y personal más equitativa, es que se funda oficialmente el Memch en 1935, pero sus acciones venían articulándose desde finales de la década de 1920, declinando su activismo en 1949 y ya en sus últimos años su trabajo fue más reducido, cesando en 1953. Este espacio estuvo organizado por Marta Vergara, Elena Caffarena, Olga Poblete, Laura Rodig y otras tantas mujeres feministas de la época de variadas áreas como obreras, sindicalistas, partidarias del PC, académicas, literatas, y otras, propiciando la articulación de un carácter multiclasista para instalarse en diferentes espacios públicos. Además, al expandirse por el territorio la información sobre qué era el Memch y qué acciones realizaba, fomentó a que variadas organizaciones de mujeres sintieran mayor respaldo en sus ideales, y ello aportó a crear la Federación Chilena de Instituciones Femeninas (1944-1947). A su vez, las redes que fueron creando las llevó a nivel internacional, en donde en sus primeros años se relacionaron con la Unión Argentina de Mujeres; con el Comité Mundial de Mujeres Antifascistas, con la Comisión Interamericana de Mujeres; y con el Comité Relacionador de Organizaciones Femeninas Americanas2.

Las memchistas, al poco tiempo de haberse conformado como movimiento social y político, se fueron armando de valor por sobre las demás complicaciones contextuales. De hecho, lograron proponer un cambio social significativo y necesario como el derecho de las mujeres a sufragar que fue el logro más reconocido; trataron la maternidad obligada, abordando poner en discusión activa el uso de anticonceptivos y la regulación del aborto clandestino, teniendo en cuenta que el aborto terapéutico era legal desde 1931. También se interesaron en la equidad laboral dada la precarización que vivían las mujeres trabajadoras, exigiendo al estado una mejor salud y educación para la niñez y las mujeres; además compartieron experiencias, saberes y herramientas discursivas¸ de organización e intelectuales para que pudieran luchar y exigir sus derechos, entre variados otros espacios y temas que abordaron tanto en sus congresos, en los artículos publicados por La mujer nueva, como también en las calles marchando y dando a conocer sus necesidades. Las aspiraciones de las compañeras feministas, no solo se inclinaban en lo netamente social o en asuntos de políticas públicas, sino que proponían cambios a nivel personal, o sea, quienes integraban estos grupos de mujeres traían consigo, quisieran o no, una forma de mirar el mundo desde la óptica del feminismo, desde la mirada bizca, o sea, de manera más crítica, buscando mecanismos para resolver conflictos colectivos e individuales. Frente a esto, comenta Marta Vergara en su texto (2013, pp. 152-153):

Sería ridículo decir que nosotras sacamos a la mujer chilena de su hogar. Sin haber estudiado economía, cualquiera sabe que la industria, adonde se desarrolló, concluyó con los productos caseros y que hasta el pater familias le busca trabajo a su hija en una oficina o la matriculaba gustoso para que estudiara una carrera. Pero claro está que nuestras enemigas tenían razón en decir (aunque no, según nuestro criterio, en deplorar) que nosotras procurábamos ensanchar las mentadas “cuatro paredes”. En el mundo occidental, de alguna u otra forma, ya sea porque trabaja o porque se dedica a la ciencia de “la canasta”, la mujer se va de la casa. Ahora bien, nosotras queríamos que la salida, tanto de la trabajadora como de la exenta de necesidades, sirviera para conectarlas con la sociedad y sus problemas. Queríamos que la primera mejorara sus condiciones de trabajo gracias a su propio esfuerzo y que la segunda abandonara la frivolidad y la caridad. El Memch aspira a formar mujeres profundamente serias.

Tan comprometidas estaban todas que armaron grupos centrales en variadas ciudades de Chile para organizarse a través del feminismo y la labor colectiva, y así fueron mediando juntas temas de salud, educación, trabajo, familia, política y feminismo; pues eran conscientes de la falta de equidad y carencia de políticas públicas en donde no estaban siendo visibles pero si afectadas, por lo que se posicionaron con todo desde las primeras décadas del siglo XX.

Por otra parte, si nos situamos desde el presente para leer textos del pasado histórico y literario, es útil hacerlo contextual y reflexivamente, y es por ello que para hacer una lectura desde la crítica literaria feminista, Laura Borrás (2000, pp. 19-20) propone cuatro ejes:

Primero: revisar la historia literaria notando sus asunciones patriarcales y mostrando la manera en que las mujeres son representadas en los textos de acuerdo con normas sociales, culturales e ideológicas. Esta crítica es temática y se basa en la opresión de la mujer como tema en la literatura. Segundo: restaurar la visibilidad de las mujeres escritoras (mujeres escritoras que permanecían en un estado de invisibilidad cultural) o de formas orales que han sido negligidas, rechazadas como extraliterarias. Tercero: ofrecer pautas de lectura para una lectora que está acostumbrada a consumir productos producidos por hombres y, cuarto, despertar una actuación de lectura feminista creando un nuevo colectivo de lectura y escritura.

Siguiendo la propuesta de Laura Borrás, Memorias de una mujer irreverente es, como ya se ha mencionado, un texto que entre sus líneas evidencia el inicio de la historia del movimiento feminista en Chile, reflejando el trabajo colectivo entre sus integrantes y en especial el trabajo de Marta Vergara en sus variados quehaceres durante su vida. De igual manera, es un texto que no calza en lo meramente literario, ya que al ser un libro de memorias se intercepta con la escritura del yo narrativo/a, jugando así entre la ficción literaria y la realidad histórica. Ambigüedad que no cabe juicio valórico cuando se escribe desde una voz masculina, pero al ser una mujer la que lo narra, desde el yo activo, desde lo discursivo, lo político, lo partidista y lo subversivo, todo lo contrario a cómo se esperaba que fuese una mujer en aquella época, pierde la validación del canon hegemónico y se queda inmerso en el estante polvoriento junto a otros textos olvidados.

En cuanto a la propia Marta Vergara, como mujer militante política y escritora, se presenta como una identidad feminista crítica y reflexiva, cuya subjetividad está atravesada por una conciencia femenino/feminista, la cual se define como «una pensadora crítica que desvela y somete a juicio las modalidades del poder y la dominación implícitas en todo discurso teórico, incluso el suyo. El feminismo en cuanto a pensamiento crítico es, por lo tanto, un modo autorreflexivo de análisis, cuyo propósito consiste en articular la crítica al poder del discurso» (Braidotti, 2004, p. 39). En concordancia, Marta Vergara corresponde fielmente a esa interpretación que hace Rossi Braidotti, pues rompe con las construcciones reguladas de lo que en aquella época e incluso hoy, se espera de una sujeto mujer, al desertar de la categoría pasiva para articularse en lo público y activo. De este modo y siguiendo su característica personalidad, Marta, luego de varios años de activismo como memchista y comunista, y con una perspectiva de género más instruida en su actuar, pensar y sentir cesó su militancia en el PC, pues los conflictos cargados de misoginia y machismo, sumado a la falta de compañerismo por parte de sus integrantes, la motivó a mediados de 1940 a dejar ese espacio político con mucha desilusión al no lograr empatizar con los ideales que se profesaban en el partido, y así se destaca en una cita de la autora.

En la Unión Soviética, oíamos decir, la mujer tiene tantos derechos como el hombre. Pero entre lo oído y lo que deseábamos estaba la realidad: una tradición de siglos, una imposibilidad de cambiar los sentimientos en una generación. En la Rusia Zarista, la mujer le pertenecía totalmente al hombre, fuera noble o mujik. Para este último era también bestia de carga […] El triunfo de la revolución había cambiado muchas cosas, pero todavía la sociedad estaba en manos de los hombres. Una dirigente por aquí y otra por allá eran solo símbolos, aún quedaba un largo camino por recorrer (Vergara, 2013, pp. 154-155).

Tan transgresora e irreverente es la autora estudiada, que al buscar en variadas enciclopedias o antologías de la literatura chilena, no se encuentra a la autora en sus nóminas, solo en específicas ocasiones en donde, textos hechos por académicos de literatura, se le menciona como una mera excepcionalidad y en unas pocas líneas. Por el contrario, en revistas y ensayos realizados por mujeres, a la autora se le entrega gran reconocimiento por su labor y sus obras literarias. La Revista Carola en el año 1986, a cargo de Ana María Larraín, le realiza una entrevista a Marta Vergara cuando cumplía 88 años. En aquella conversación, se bordean temas desde lo político hasta lo personal-familiar, en donde la destaca como la pionera del feminismo chileno y como la autora de la celebrada Memorias, y recalcó estas breves palabras de aquella abundante entrevista:

Pionera del feminismo chileno y exmilitante comunista, la celebrada autora de Memorias de una mujer irreverente sigue dando muestras, a sus 88 años, de un genio audaz y original, de una irreverencia innata y de una tozudez a toda prueba que le impide, aún, darse por vencida, a pesar de los múltiples avatares de su “terremoteada” existencia (Larraín, 1986, p. 14).

Como comentaba Laura Borrás anteriormente, nuestra tarea ahora es visibilizar la narrativa que antes estuvo oculta, pues la historia que ha sido contada canónicamente viene desde una perspectiva masculina; a ello, Julieta Kirkwood (1987, p. 97) afirma: “la historia de las mujeres, la que heredamos, es una historia constituida y narrada solamente por los hombres. Esto nos ha llevado a decir que tenemos una historia invisible. El silencio y la invisibilidad supone que no tenemos impresiones propias, ya que hemos sido “contadas” desde afuera”. Y ante la urgencia de crear esta historia es que surge la importancia de visibilizar los textos escritos por mujeres que están en la sombra de los estantes de bibliotecas, de editoriales o de las academias.

 

2. LOS NUDOS DE LA SABIDURÍA FEMINISTA EN EL ESPACIO DEL MEMCH

En 1984 se publica Los nudos de la sabiduría feminista, un trabajo escrito que Julieta Kirkwood realiza luego del II Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe celebrado en 1983 en la ciudad de Lima, Perú. En él expone una reflexión crítica respecto de las problemáticas políticas, sociales, económicas y académicas que las mujeres, tanto trabajadoras obreras como académicas y militantes partidistas, han sobrellevado en una sociedad machista y desigual en cuanto a derechos de género; asimismo reflexiona en torno a las luchas que, a su vez, han sido motor para la creación de agrupaciones feministas y de mujeres. A tales complejidades, tensiones y contradicciones que experimentan estas organizaciones, la autora nombró como nudos, que se deben enfrentar y concientizar para desplegar de ellos saberes necesarios hacia la conformación de un feminismo que propicie el bienestar de las mujeres, la equidad de derechos, reconocimiento social y cultural del trabajo que han realizado las mujeres en la historia, entre muchas otras necesidades urgentes por las que se debe seguir trabajando.

En este análisis, Kirkwood intenta reflexionar y hacer consciente que la práctica unificada y colectiva en busca de las mejoras sociales para las mujeres, conlleva un esfuerzo arduo y complejo pero necesario, que pueden verse permeadas por ideologías muchas veces económicas y políticas –prácticas hegemónicas de poder– que irrumpen el trabajo desde lo colaborativo. Es en este punto donde el texto estudiado en esta investigación, Memorias de una mujer irreverente, hace sentido narrativo e histórico desde la voz experiencial de Marta Vergara.

Respecto de esta problemática o nudo sobre el poder y espacio político, Kirkwood señala que el feminismo debe cuestionar el espacio de la mujer en esferas de poder; en donde se debe propiciar un espacio político efectivo de participación como ciudadana. Propone deshacer estos nudos, cuestionarlos y trabajarlos, ya que “el análisis que puede hacerse es simple y parte de la idea gruesa de que HOY las mujeres podemos –deseamos– realizar una nueva conciliación, con la cultura, con la historia, con el poder” (Kirkwood, 1984, p. 6). Claramente la idea de poder que se ha trabajado en la lógica del patriarcado es muy diferente a lo que desde el feminismo se puede conseguir, pues el poder patriarcal3 se obtiene a partir de la competencia, el individualismo y la violencia. En cambio, el feminismo aboga por una lógica de operar de manera colectiva, horizontal, participativa para todas por igual, a través de pensamientos críticos y reflexivos. A partir de esa dinámica es como funcionó la organización del Memch, y considerando a su vez la importancia de este espacio político-social para el trabajo feminista que realizó Marta, y del que se mantiene en algunas organizaciones feministas actuales, me dispongo a partir de lo investigado y analizado, a dar pautas en torno a los saberes transversales que operaron en 1935 para que naciera este Movimiento en nuestro país.

Saberes transversales

Marta Vergara en su texto nos presenta su trabajo en el reconocido Memch, el que durante dieciocho años, movilizó junto a sus compañeras, acciones que buscaban reivindicar a las mujeres en los espacios de poder y otorgarles dignidad y equidad a sus vidas. El Movimiento, además de gestarse como una agrupación de diversidad social entre sus integrantes, operaba a partir de una estructura horizontal, cercana, afectiva y continua, lo que les permitió mantenerse por varios años activas, aun cuando el contexto social y político de la época fue complejo. A partir de ello, he extraído a través de un análisis personal, los principales nudos del saber feministas transversales que operaron en esta época que en su análisis más exhaustivo permite desplegar múltiples y variados saberes propiciados desde las prácticas feministas.

1.- Trabajo colaborativo

Todas las compañeras que integraban los comités a lo largo del país se caracterizaban por su diversidad de labores que realizaban, tanto dentro de sus grupos de trabajo, como fuera de ellos. La distribución organizacional ejecutada dentro del Memch se ordenaba por Secretarías específicas, tales como: secretaría general, una pro-secretaría, secretaría de finanzas, secretaría jurídica, secretaría de la sección médica, secretaría de lucha social, secretaría de la sección asistencia social y secretaría de la sección educativa. Asimismo, socias y cooperadoras, tenían trabajos o funciones determinadas por sus intereses y por sus posibilidades.

2.- Organización a partir de encuentros constantes

La estructura organizacional presente en el Memch les permitía a sus activistas accionar reuniones, encuentros y congresos de manera constante de gran convocatoria, logrando llenar los teatros más grandes en la ciudad de Santiago al poco tiempo de haberse fundado.

3.- Cartas como medio de fijo de comunicación efectiva y forma de registro para guardar memoria escrita

Entre las décadas de 1930 y 1940, el envío de cartas como medio de comunicación entre las memchistas, fue una herramienta constante y factible para llevar a cabo lo que fue el trabajo colaborativo que se extendió entre todas compañeras de las regiones del país. Además, sirvió como registro de sus acciones durante el periodo de activismo, pues uno de los beneficios de las cartas, es que perduraron en el tiempo, ya que tanto Elena Caffarena como Olga Poblete, guardaron en sus archivos personales cada uno de estos escritos. Ello, permitió que las próximas generaciones fuésemos merecedoras de conocer, en su mayoría, la experiencia y actuar de las mujeres memchistas, ya que hacer registro escrito por parte de mujeres feministas es guardar la memoria de su historia como activistas, propiciando que actualmente podamos leerlas y aprender de ellas, conocerlas, y dar valor a su trabajo.

4.- Comunicación organizacional no centralizada

La organización a lo largo del país se coordinó a través de comités locales y subcomité. De ellos se registran para el año 1940 veintisiete comités y varios subcomités distribuidos en diferentes comunas y regiones de Chile.

5.- Diversidad entre sus integrantes

Cada una de sus integrantes provenía de espacios sociales y culturales muy variados. Algunas de ellas eran estudiantes universitarias, dueñas de casa, obreras, abogadas, escritoras, periodistas, entre otras profesiones u oficios.

En la época del Memch hubo gran activismo entre mujeres que articulaban el movimiento emancipador, las que tuvieron que enfrentarse a las complejidades temporales y espaciales que conllevaba tener grupos tan amplios a lo largo del país y mantenerlos a todos comunicados con un fin común, como es la lucha constante por las necesidades básicas de las mujeres. Por ello, el uso de cartas entre memchistas y la central santiaguina a cargo de Caffarena, fueron de gran apoyo. Del mismo modo, el rol que cumple Marta es crucial para el movimiento, pues todas las prácticas y resoluciones que obtenían de las asambleas de mujeres eran redactadas en la revista La Mujer Nueva (de la cual fue fundadora y directora y que apareció entre 1935 y 1941), trabajo el cual evidencio en palabras de la autora:

Editábamos un periódico titulado La Mujer Nueva. Se me hizo responsable de su aparición y me vine a cargo de todas las tareas: conseguir los avisos, redactar (a veces sus ocho páginas), arreglar los artículos escritos por otras obreras, componerlos, vigilar la impresión, entregarlo a las distribuidoras, llevar la cuenta de las ventas, cobrar y pagar. Atendía además la correspondencia y escribía al norte y al sur del país para apremiar los pagos. Lo único que no hice fue venderlo en la esquina (Vergara, 2013, pp. 150-151).

La revista que Marta dirigía siempre ha sido de suma importancia; tanto para coordinar, y distribuir información entre las mujeres de la época, sus problemáticas y realidades a nivel nacional; como en la actualidad, pues guarda los registros informativos de aquel tiempo, donde solo a través de cartas y envíos constantes de las revistas hacia las diferentes organizaciones, era posible sobrellevar el fin común de las memchistas, la emancipación de las mujeres de un estado opresor y machista que por muchos años las había invisibilizado y discriminado de toda política pública, relegando su rol a un mero trabajo doméstico. El Memch y el trabajo activo de las feministas generaron una inspiración urgente y necesaria. Años más tarde pues, fue de suma urgencia para las mujeres que, afectadas por las violencias y horrores de la dictadura chilena desde 1973, decidieron rearmar un espacio común, y en 1983 emerge nuevamente este movimiento nombrado como Memch 83.

 

CONCLUSIÓN

En una breve aproximación a ciertas conclusiones, debemos dar cuenta que “en un país en el que casi no pasaba nada” (Vergara, 2013, p. 15) como comenta la autora y protagonista, hace más de cincuenta años atrás, una mujer decidió iniciar la creación de esta memoria histórica, desde su historia y voz, en pro de un futuro más llevadero y justo para muchas de nosotras, y es por ello que honro el actuar irreverente y las reflexiones transgresoras que podemos encontrar gracias a Memorias de una mujer irreverente de Marta Vergara.

A partir de todo lo anterior, es imperante rescatar del olvido aquellas obras que no han sido incluidas en la historia. Por ello, la crítica literaria feminista propone construir y reconstruir una memoria a partir de los relatos que han sido omitidos en el sistema de poder. Así, de la consideración de estos nuevos relatos públicos se trabaja en defender su valor significativo, y reconstruir la historia, pero no esa historia que se ha ocupado en ocultar a las mujeres y su lucha social, artística e histórica, sino que, como menciona Lucía Guerra (2008, p. 25), “Necesitamos conocer la escritura del pasado de una manera diferente a como la hemos conocido: no se trata de mantener una tradición sino de romper con su poder sobre nosotras”.

Finalmente, necesitamos valorar la escritura y el texto de Vergara como aporte en la discusión de lo que Julieta Kirkwood denominó Nudos de la sabiduría feminista, nos permite poner en relación los saberes y problemáticas del contexto vividos durante el movimiento feminista en su primera etapa; permitiendo dar cabida pública a estos conocimientos que nos han de ser útiles para proyectarnos con herramientas prácticas y teóricas en el presente, y por tanto construir el futuro desde los feminismos. Por ello, he de proponer revisar los modos de funcionamientos que usaron las memchistas y compañeras de otras agrupaciones de mujeres y feministas a comienzo del siglo pasado, como también durante la dictadura militar pinochetista; movilizar la concientización de las estructuras de labores que estos espacios armaron; entender el contexto en el que se situaron; reconocer las formas en que se configuraban concretamente los nudos de los saberes feministas, entre otros, nos da ventaja para lograr comprender y reconocer las problemáticas actuales, permitiendo reflexionar desde variadas perspectivas feministas, y descubrir, conocer y desatar los nudos actuales que quizá no hemos analizado. De ello, se propone que el trabajo colaborativo y horizontal permite desplegar múltiples y variados saberes propiciados desde las prácticas feministas.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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  1. Vergara, Marta. (1962). Memorias de una mujer irreverente. Santiago de Chile: Zig-Zag
  2. Información extraída del texto Movimiento Pro-emancipación de las Mujeres de Chile: ¿Qué es el Memch? (1938), encontrado en el repositorio de Memoria Chilena: http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-9124.html
  3. Estas lógicas de poder masculinas (competencia, individualismo, etc.) están relacionadas directamente con la instauración del neoliberalismo económico y político en nuestra sociedad; generando aún más perversidad en la manipulación de estas lógicas, pues al plantearse como formas necesarias de la realidad, las personas las fueron adhiriendo a su comportamiento cotidiano sin llevar a cabo cuestionamientos ni reflexiones conscientes sobre lo sesgadas, violentas y desiguales que son.