RESUMEN
Este ensayo explora las contribuciones de Zenobio Saldivia Maldonado y José Enrique Rodó a la identidad latinoamericana. A través de un análisis comparativo, se destaca cómo ambos autores, desde sus respectivas disciplinas, abordan la búsqueda de una identidad en América Latina. Mientras Rodó utiliza la literatura para criticar la modernidad y promover valores latinos, Saldivia se enfoca en el desarrollo científico y académico. La reseña concluye que, a pesar de los desafíos contemporáneos, sus ideas siguen siendo relevantes para el futuro de la región.
ABSTRACT
The review examines the contributions of Zenobio Saldivia Maldonado and José Enrique Rodó to Latin American identity. Through a comparative analysis, it highlights how both authors approach the quest for a identity in Latin America from their respective disciplines. While Rodó employs literature to critique modernity and promote Latin values, Saldivia focuses on scientific and academic development. The review concludes that despite contemporary challenges, their ideas remain relevant for the region’s future.
INTRODUCCIÓN
Grandes pensadores soñaron con una América unida. Crearon e hicieron suyos nombres y adjetivos para darle a esta expansión terrestre. Múltiples corrientes intentaron atribuirle un ser a la región, desde el panamericanismo hasta el suramericanismo y las corrientes más recientes, de carácter mayormente indigenista, que se refieren a este territorio como Abya Yala; la aspiración de un continente unificado ha sido una constante. Estos esfuerzos –sin duda, profundamente arraigados en lo político, lo social y lo ideológico– han nutrido una visión romántica de la unidad continental. Sin embargo, dicha unidad parece, en la mayoría de los casos, más una quimera que una realidad. Los ideales que subyacen a estas propuestas no solo buscan una integración territorial o económica, sino que también intentan rescatar una identidad compartida que sirva de fundamento para el desarrollo de un proyecto común en el vasto suelo americano.
Muchos soñaron y pocos actuaron. Realmente pocos se animaron a dar el siguiente paso, a aportar desde sus esferas e ir más allá de la oquedad del discurso. Quienes así lo decidieron –aportar a la materialización de este concepto– no solo pueden presumir de un gran genio, también de una energía interna que marcó y marcará el camino de muchos otros que deseen agregar desde sus ramas académicas o técnicas para lograr el objetivo. Sin embargo, con el pasar de los años y luego de más de dos siglos de naciones independientes, ese anhelo parece cada vez se divisa más lejano, parece ajeno a la generación actual y muy probablemente no va a cambiar con la próxima.
Se percibe un futuro oscuro, menos alentador en comparación con décadas pasadas para América Latina. Hay muchos retos nuevos y otros que se han arrastrado desde hace mucho. Corrupción, desigualdad, inseguridad, desgobernanza son conceptos que en algunos casos se han asentado más en las sociedades latinoamericanas; solo en casos muy aislados algunos estos indicadores mejoraron. Migrar, entonces, parece ser la mejor opción, la única decisión.
Es por eso que se tiene que destacar la loable tarea de grandes latinoamericanos, quienes, desde sus ideas y concepciones, hicieron –hacen– esfuerzos por aportar a la región. Tómese como muestra el trabajo que hizo a inicios del siglo XX y finales del XIX el gran literato y escritor uruguayo José Enrique Rodó; tómese, en la actualidad, la labor que hace el académico chileno Zenobio Saldivia Maldonado. Ambos, maestros de gran talla, aportantes a la luz del conocimiento, escritores, académicos que encarnan los ideales del latinoamericanismo.
La selección de estos dos escritores intelectuales para la investigación no es caprichosa ni fortuita; se configura como la confluencia de dos factores profundamente entrelazados, cuya interdependencia fundamenta rigurosamente su inclusión. En primera instancia, el positivismo como factor unificador de ambos: Rodó desde su crítica y Saldivia desde su estudio; en segundo lugar, la inclusión de una postura de aporte para con el continente, un aporte desde lo académico, lo literario y lo investigativo. Entonces, la pretensión del mismo escrito es simple, evidenciar las intersecciones y contrastes entre el pensamiento de Zenobio Saldivia y los postulados de José Enrique Rodó en Ariel sobre la identidad latinoamericana.
EL ARIELISMO DE ENRIQUE RODÓ
Partamos por orden cronológico. Un resumen rápido de quien fue en vida José Enrique Rodó es dado por Dora Gómez De Fernández, en la edición ofrecida por la Librería Editorial G.U.M. Describe que el uruguayo, nacido el 15 de julio de 1872, quedó huérfano a tierna edad. De niño estudió en un instituto laico, hasta sus catorce años, momento en el que ingresó a la universidad, etapa donde no destacó mucho, pues era bastante distraído. Dejó el estudio para dedicarse a los libros que anhelaba; esa autodidáctica manera de vivir le permitió ser docente universitario. Fue un hombre solitario, tímido y descuidado; carecía de energía corporal. Sus últimos días fueron los más sombríos. Falleció, en presunta soledad, el 1 de mayo 1917, y no fue sino hasta febrero de 1920 que su cuerpo –repatriado– fue distinguido con honores como ningún otro escritor uruguayo hasta esos años (Ariel, 2011, p. 13).
Ariel se publicó en 1900, justamente entre un siglo y otro. Este texto, breve, que tiene obvia inspiración en la obra de Shakespeare –que sirve de inspiración a muchos otros escritores, como Rubén Darío, solo como ejemplo, y su libro Azul–. En este, el príncipe de las letras tomó como inspiración los personajes arielistas como punto de partida en su obra, que porta como título el color del modernismo sudamericano; color, como el mar, el cielo y la modernidad. En un artículo que él mismo publicó en La Nación, narró que El velo de la reina Mab tiene inspiración en Shakespeare: “El deslumbramiento shakesperiano me poseyó y realicé por primera vez el poema en prosa” . De ello vale la pena hablar en otro momento.
Retornando a Ariel y a su autor, Enrique Rodó, hay mucho que se ha analizado y aun así sigue siendo un tema de debate por su vigencia y su visión. No es sorpresa explicar que en la trama del libro hay dos fuerzas en discordia –irreconciliables, creo–: Ariel y Calibán. La primera referencia a Ariel se encuentra en las primeras páginas del texto: “[…] dominaba en la sala […] un bronce primoroso, que figuraba al Ariel de La tempestad. Junto a este bronce se sentaba habitualmente el maestro […]” (2011, p, 15). Ese maestro, al que en la obra se le llama Próspero, es quien imparte entre sus alumnos las lecciones más importantes para llevar un espíritu noble. Para él, “Ariel es el imperio de la razón y el sentido sobre los bajos estímulos de la irracionalidad” (Ibidem); todo lo contrario de Calibán, quien es descrito brevemente como “[…] símbolo de sensualidad y de torpeza” (2011, p. 16).
La obra continúa. Es narrada por Próspero, contada como cuento dirigido hacia el lector, como si fuese parte de un grupo de jóvenes que están por culminar sus estudios. Es este magistral personaje quien va a elevar virtudes y rasgos de una herencia latina frente a los temibles desvaríos de un ser angloamericano. Recurre a los griegos y su capacidad de filosofar en la antigüedad, realza sus virtudes estéticas ensalzando a Atenas, diciendo lo siguiente:
La belleza incomparable de Atenas, lo imperecedero del modelo legado por sus manos de diosa a la admiración y encanto de la humanidad, nacen de que aquella ciudad de prodigiosos fundí su concepción de la vida en el concierto de las facultades humanas, en la libre y acordada expansión de todas las energías capaces de contribuir a la gloria y al poder del hombre (2011, p. 34).
Continúa con esta idea de la similitud helénica, concluyendo que el espíritu debe mantenerse como el de los antiguos filósofos griegos: siempre aspirando a la multifacética y a la poligrafía. Advierte constantemente sobre la especialización y la realización de una sola acción, lo que sería hoy la especialización. Valora el ocio, el buen ocio, que permite al ser humano interiorizar en sus ideas y sus capacidades; menciona que: “Así como la deformidad y el empequeñecimiento son […] el resultado de un exclusivo objeto impuesto a la acción y un solo modo de cultura, la falsedad de lo artificial vuelve efímera la gloria de las sociedades […]” (2011, p. 41). Este enfoque sobre la importancia de un desarrollo integral se contrasta con las limitaciones que enfrenta la sociedad contemporánea. Constantemente, el sabio Próspero va a advertir, sino criticar, a la especialidad y, al mismo tiempo, enaltecer los valores latinos frente a los antivalores de una sociedad utilitarista.
En general, el escrito se desarrolla siendo una sabia reseña al modo de vida de aquel siglo de la comunidad americana en el norte, el país utilitarista. Las líneas finales resaltan la idea de superioridad espiritual frente al deformado Calibán. Destaca el ideal que tenía del personaje de La Tempestad diciendo: “Ariel es la razón y el sentimiento superior. Ariel es este sublime instinto de perfectibilidad” (2011, p. 113). La obra concluye de manera casi sublime, con el abandono del lugar por parte de Próspero y los jóvenes; describe el ambiente con una alta sensibilidad hacia el cielo, la luz y el infinito. La última frase –dicha por el más joven y pequeño de todos los mozuelos– habla de la vibración de las estrellas que, en movimiento, se parecían bastantes a las manos de un sembrador (2011, p. 118); dejando así una fuerte transmisión de esperanza y energía.
EL PENSAMIENTO DE ZENOBIO SALDIVIA
La obra literaria de Zenobio Saldivia está constituida, en su gran mayoría, por publicaciones orientadas a la investigación del desarrollo de las ciencias naturales y las ciencias humanas. A diferencia de José Enrique Rodó y su producción icónica, Ariel, en la producción de Saldivia no se encuentra una obra con características comparables, ya que deliberadamente no ha realizado un texto de esa índole. Lo que caracteriza a este pensador es su rica biografía y los múltiples estudios que tiene.
El pensamiento zenobino puede desentrañarse a partir de dos fuentes cruciales: por un lado, su notable trayectoria como investigador; por otro, la entrevista que le fue hecha por la Hemeroteca Paceña durante su visita a Bolivia. En el primer caso, su trayectoria permite adentrarse en su formación como hombre de ciencia, además de su prolongada e influyente carrera como académico de renombre. Por otra parte, la entrevista ofrece una ventana privilegiada a un Zenobio más accesible y humano, lo que podríamos denominar el Zenobio de a pie; en ella se revelan ciertos aspectos personales que complementan su figura intelectual. A través de la interrelación de estos dos elementos es posible esbozar una comprensión más profunda y matizada de su pensamiento, construyendo así una visión más integral de su legado en la esfera académica y su impacto en el discurso contemporáneo sobre la divulgación científica y el papel de la ciencia en la sociedad.
La vida de Zenobio Saldivia es apasionante; muy diferente a la de Rodó, quien viajó poco. Zenobio nació el 18 de mayo de 1949 en Ancud, Chile; viviendo sus primeros años en la isla de Chiloé, más tarde se mudó hacia el norte con su familia, a una zona completamente diferente al austral chileno. Encontró inspiración en la isla donde pasó su primera infancia. En sus palabras, afirma que:
La isla es muy peculiar porque, de partida, es muy pluviosa, llueve mucho todo el año; casi todos los meses, podríamos decir incluso que llueve en verano […] Entonces, hay mucha soledad […] es un lugar muy aislado. Entonces, me quedaba mucho tiempo para apreciar la naturaleza: el cielo, los cambios del mar, los campos, los colores del pasto, las vacas… (2024, p. 13).
Es un apasionado por la soledad, más no sería correcto decir que es un hombre aislado. Un pensamiento que está influenciado por donde creció, amparado en la necesidad de comprender cómo la ciencia contribuyó a la identidad no solo de Chile sino del continente. Se puede decir que tiene un amor a la naturaleza, un gran aprecio por su estética y su composición (2024, p. 14).
Sobre su obra, el libro de investigación Una aproximación de la ciencia en Nicaragua es el que despierta y proyecta su genio analítico. El escrutinio del país centroamericano resulta fascinante, pues ofrece una radiografía de la ciencia, estrechamente vinculada con la geografía, el naturismo y la tierra. Esta lectura combina historia, narrativa y epistemología; cada página invita a seguir leyendo. Saldivia describe al gran Miguel Larreynaga y su aporte en Los volcanes en Nicaragua (2008, p. 25); luego transporta al lector a la época en que Nicaragua se visualizaba como un destino manifiesto para la construcción de un canal interoceánico que uniría el océano Pacífico con el mar Caribe y el Atlántico. Este momento crucial impulsó los mayores esfuerzos en el estudio científico de figuras como Gregorio Juárez, Charles Biddle, Maximiliano Von Sonnenstern, Fernando Lesseps, Gutiérrez Sobral e incluso al salvadoreño Juan Fermín Aycinena y su obra A Nicaragua (2008, p. 60). Más adelante, se refiere a Thomas Belt, Pablo Levy y Carl Bovallius. También destaca la perspectiva sobre el ferrocarril y la expectativa depositada en él para el crecimiento agronómico de Nicaragua.
Otro de sus libros más importantes –sino el más–, escrito en colaboración con el profesor Carlos Eduardo Maldonado, es El positivismo: su influencia en las comunidades científicas de Chile y Colombia. Este se divide en dos partes: la primera sobre el positivismo en Chile y la segunda sobre el positivismo en Colombia, ambas desarrolladas por los autores. La razón de hacer un libro sobre el positivismo en ambos países se aclara cuando explican que Chile y Colombia representan dos polos casi opuestos, pues “[…] Chile se lanza con su independencia y su vida republicana hacia la modernidad. [Mientras que] Colombia tardará varias décadas más, pues Colombia seguirá siendo un país fuertemente anclado en aspectos del medioevo” (2021, p. 28). Para efectos prácticos, se citarán únicamente las secciones referentes al positivismo chileno y el aporte de Saldivia. Comienza con el desarrollo del positivismo como corriente filosófica, científica y cultural (2021, p. 31), y prosigue con los exponentes chilenos y su visión de la ciencia. Se menciona a José Victorino Lastarria, sus ideas liberales y su búsqueda del orden social (2021, p. 39), así como sus contribuciones a la investigación geográfica y la búsqueda del progreso. También se desarrolla el pensamiento de Eugenio María de Hostos y sus obras Moral Social (1888), Derecho Constitucional, Biografía de Plácido y Meditando, Jeografía Evolutiva (1895), entre otras (2021, p. 48). En el apartado chileno, se destacan los grandes avances cualitativos y cuantitativos que se generaron gracias a la presencia del positivismo en Chile, avances que llegaron tarde al resto de los países de la región y que le dieron una ventaja enorme sobre sus tres vecinos.
El último libro publicado por Saldivia, en colaboración con Francisco Díaz Céspedes, titulado Una aproximación al desarrollo de la ciencia en Bolivia decimonónica, es el que más destaca entre sus creaciones hasta el momento. Este ha sido un hito tanto para el autor como para Bolivia, porque antes de esta obra no se tiene registro de que Saldivia hubiera visitado el país andino-amazónico, tampoco de que se hubiera rendido un homenaje tan detallado a la historia científica de Bolivia, salvo contadas excepciones. Adentrándose en el escrito, ambos autores afirman que “[…] la historia de la ciencia parece ser una de las menos cultivadas. […] nos centramos en dar a conocer las vicisitudes y las acciones de nuestros líderes militares y políticos” (2024, p. 9), y Bolivia es el mejor ejemplo de ello. Este trabajo –fiel al estilo zenobino– redacta la vida y las contribuciones de grandes exploradores europeos en suelo boliviano, como Tadeo Haenke, Alcide D’Orbigny y Nicolás Armentia; hace también una mención especial al arequipeño Manuel Vicente Ballivián. Dedica un apartado al desarrollo de la medicina, donde se destacan el paceño Nicanor Iturralte y el orureño Zenón Dalence (2024, p. 99); además de la creación del Colegio de Ciencias Médicas en 1834 y su desarrollo constante durante el siglo XIX (2024, p. 109). Las últimas páginas, un aporte especial de Francisco Díaz, resaltan la ingeniería boliviana: desde los caminos terrestres y la construcción de puentes hasta la importancia del ferrocarril como medio de transporte, realzando la figura de Avelino Aramayo y la integración nacional con los países vecinos (2024, p. 181).
En general, la obra de Zenobio Saldivia ofrece un amplio panorama sobre el desarrollo de las ciencias en América Latina a través de una rigurosa investigación. Su pensamiento se revela en su extensa producción académica. Saldivia deja un legado significativo en la divulgación científica, profundizando en contenidos relevantes y necesarios para la comprensión del continente y de quienes lo componemos. Si bien, como se mencionó antes, tiene muchas más publicaciones, estas tres destacan porque muestran una imagen de cuatro países diferentes –Nicaragua, Chile, Colombia y Bolivia– en un mismo momento cronológico. El dominio de estos temas tan profundos no es más que el reflejo de una vida dedicada al estudio y la curiosidad, propias de un erudito que todavía sigue produciendo en el siglo XXI.
SIMILITUDES Y DIVERGENCIAS
Se puede hablar de similitudes mencionando los siguientes aspectos: ambos escritores comparten una profunda valoración por el conocimiento, aunque desde perspectivas diferentes. Rodó, a través de su obra Ariel, enfatiza la importancia de un desarrollo integral del individuo donde la cultura y la educación juegan un papel central en la formación del espíritu humano. Saldivia aboga por la investigación científica y la educación como pilares para el avance de la sociedad y la comprensión del entorno natural. Hay también una fuerte similitud respecto de lo transcendental e inmaterial, pues Rodó se centra en la herencia cultural latinoamericana y la necesidad de cultivar un espíritu noble y elevado, en oposición a la cultura utilitarista. Saldivia también refleja un compromiso con la cultura desde un ángulo científico-histórico, resaltando la importancia de la ciencia en la identidad nacional y continental. Tanto Rodó como Saldivia tienen aprecio por la naturaleza. Rodó menciona la belleza y el ideal estético de la civilización griega, mientras que Saldivia proviene de una región rica en paisajes naturales, lo que influye en su apreciación por la biodiversidad y la necesidad de preservarla.
Pero dejando de lado esos aspectos –que pueden caer en la superficialidad– el elemento que realmente une a ambos es el pensamiento que surgió en la Europa decimonónica: el positivismo. Como se sugirió desde un principio, la elección de ambos escritores se debe a que tienen la corriente positivista como común denominador. Este factor entrelaza a ambos escritores en cuanto similitudes, por ejemplo, cuando citan al padre de esta corriente, Augusto Comte. En el libro Una aproximación al desarrollo de la ciencia en Bolivia decimonónica, Zenobio menciona que las prácticas generadas por los curanderos, kallayawas y amautas, carecían, bajo la pauta de Comte, de método experimental y de conocimiento de las leyes naturales (2024, p. 96); Rodó también menciona a Comte, diciendo que bien había señalado el peligro que corren las sociedades avanzadas cuando llegan a un estado de perfeccionamiento social, citando una frase: “muy capaces bajo un aspecto único y monstruosamente ineptos bajo todos los otros” (2011, p. 33). Una de las frases más fuertes que tiene Rodó respecto de Comte es cuando habla sobre la especialización, pues, citando al francés, afirma que:
[…] sería insensato pretender que la calidad pueda ser sustituida en ningún caso por el número, que ni de la acumulación de muchos espíritus vulgares se obtendrá jamás el equivalente de un cerebro de genio, ni de la acumulación de muchas virtudes mediocres el equivalente de un rasgo de abnegación o de heroísmo (2011, p. 60).
Saldivia también cita a Comte de manera sólida en su publicación El positivismo: su influencia en las comunidades científicas de Chile y Colombia, cuando se refiere a los antecedentes y el surgimiento del positivismo y su impacto en la región: “Augusto Comte […] se caracteriza por enfatizar la importancia del método científico y de la ciencia como fenómeno social que posibilita un ascenso inevitable hacia el proceso social y moral” (2021, p. 31); pero el enunciado que a va enfatizar la importancia que Saldivia da al positivismo es este:
El positivismo […] curiosamente despertó también una enorme simpatía en muchos países latinoamericanos, tales como México, Brasil, Chile y otros. Ello probablemente se haya debido al hecho de que, en este enfoque […] se presenta la tesis que postula la marcha fundamental de la historia; la cual se caracteriza en este esquema, por el inevitable desenvolvimiento de hitos que deben terminar necesariamente con el estado positivo o científico de la humanidad (2021, p. 32).
Con estas citas, se puede apreciar la divergencia en el enfoque que ambos escritores le dan a un factor común: mientras que el arielismo es una crítica lírica y una advertencia sobre el positivismo utilitario; el zenobismo lo estudia y, al mismo tiempo, le otorga una relevancia histórica. No obstante, esto no implica que uno condene y el otro enaltezca; caer en ese maniqueísmo sería irresponsable. Ni Rodó demoniza el positivismo ni Saldivia lo endiosa. El primero advierte sobre el utilitarismo material, pero reconoce ciertos valores del positivismo; el segundo, por su parte, reconoce que, gracias a esta corriente, muchos países del continente alcanzaron cierta estabilidad interna tras sus volátiles procesos de independencia, sin idealizar al positivismo como un absoluto sin falencias. En este sentido, ambos intelectuales demuestran una comprensión matizada y crítica, capaces de apreciar tanto los beneficios como las limitaciones de esta corriente filosófica, evitando posiciones extremas o simplistas.
En cuanto a sus diferencias, aunque existentes, no requieren un análisis tan detallado como sus coincidencias. Contrastan, por ejemplo, en género y estilo literario: Rodó es conocido por su prosa poética y ensayística, con un estilo más lírico y reflexivo, mientras que Saldivia se orienta hacia la investigación científica y la divulgación, con un estilo más analítico y directo . También varían en su enfoque temático: Rodó se centra en el idealismo y la cultura, criticando el materialismo y la especialización excesiva en la educación; en cambio, Saldivia analiza la ciencia y su aplicación práctica, estudiando la influencia del positivismo en la investigación y la enseñanza.
Otra diferencia importante –que debe ser tomada en cuenta por separado, debido a la condición exógena a ambos– responde a los contextos históricos y sociales en los cuales los dos pensadores se desarrollaron. Rodó escribió en un momento en el que la identidad latinoamericana se definía frente a influencias europeas y anglosajonas; Saldivia opera en un entorno en el que la ciencia y la tecnología están en ascenso. José Enrique Rodó se desenvolvió en el contexto que, años más tarde, Zenobio Saldivia estudia como procesos históricos. Rodó criticó a la corriente de Comte en el momento de su esplendor y difusión; Saldivia la analiza en un siglo donde nuevos paradigmas surgen en paralelo que se van desechando otros.
RESULTADOS
A partir de la recolección de información y el estudio de la misma, se puede llegar a los siguientes resultados:
La comparación entre José Enrique Rodó y Zenobio Saldivia revela profundas interconexiones en sus pensamientos, especialmente en el contexto del positivismo que marcó la Europa del siglo XIX. Ambos escritores, aunque desde perspectivas distintas, comparten una valorización de los saberes como motor esencial para el desarrollo humano y social. Rodó, en su obra Ariel, subraya la importancia de la cultura y la educación en la formación del individuo; mientras que Saldivia enfatiza la investigación científica como pilar para el avance de la sociedad. De ese deseo de proliferación investigativa nace lo que se conoce como la Escuela Zenobina, un movimiento que está surgiendo por los aportes de Saldivia; pero es un tema para abordar en otro momento.
Sobre la identidad, no es descabellado pensar que para Rodó la identidad del continente debería basarse –o al menos intentar aspirar a parecerse– en las virtudes de Ariel y las enseñanzas de Próspero, muy relacionadas con la admiración a valores tradicionales de las culturas helénicas. Mientas que el zenobismo promueve una identidad construida a partir de los aportes científicos y la difusión científica e intelectual; Saldivia sabe que empleando la geografía, la cartografía, la zoología y demás ramas de investigación se puede generar una imagen tangible de los países y, con esta, desarrollar una semiótica basada en los elementos nativos, vernaculares de las zonas.
Es destacable el aporte que cada uno ha realizado desde sus respectivas áreas. Son contribuciones concretas que fortalecen los estudios latinoamericanos y el desarrollo de las ciencias humanas en el continente. Esto se resalta porque no se limitan a vacíos discursivos ni a expresiones dogmáticas; sus mensajes son claros y nacen del juicio que emana del intelecto de ambos autores. Desde el análisis científico en un caso y el literario en el otro, ofrecen material que actúa como piedra angular para el desarrollo de investigaciones futuras. Si bien de Rodó solo podemos estudiar lo que ya existe, sigue siendo una referencia fundamental en los estudios sobre la identidad latinoamericana. Saldivia, por su parte, está culminando un trabajo de vida que opera como estado del arte para futuras investigaciones en una región que, hoy más que nunca debido a los cambios en curso por cuestiones climáticas y geográficas, necesita generar contenido propio sobre su flora, fauna y cultura; no con fines utilitaristas desde un ámbito de explotación, sino para fortalecer una comprensión auténtica y enriquecedora de su identidad cultural.
La conclusión de este informe responde a su intención principal: evidencia de manera clara las similitudes y diferencias que pueden existir entre el autor uruguayo y el intelectual chileno. Es verdad que la obra de cada uno es mucho más extensa, pero con sus principales obras se puede argumentar la perspectiva que ambos tienen sobre Latinoamérica. Todavía se pueden rescatar lecciones muy importantes del arielismo y aún queda analizar la obra de Zenobio y la denominada Escuela Zenobina, que se encuentra en evolución y expansión.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
- Darío, R. (2011). Azul. Barcelona, España: Brontes.
- Rodó, J.E. (2011). Ariel. La Paz, Bolivia: G.U.M.
- Saldivia, Z. y Díaz, F. (2024). Una aproximación al desarrollo de la ciencia en Bolivia decimonónica. Santiago de Chile: Bravo y Allende.
- Saldivia, Z. y Maldonado, C. (2021). El positivismo: su influencia en las comunidades científicas de Chile y Colombia. Santiago de Chile: Bravo y Allende.
- Saldivia, Z. (2008). Una aproximación al desarrollo de la ciencia en Nicaragua. Bravo y Allende Editores, Santiago de Chile.