Artículo Vol.1, n.º 16, 2023

Respuesta a la pregunta de Mario Berríos Caro: ¿Filosofía chilena?

Autor(es)

Francisco Díaz Céspedes

Secciones

Sobre los autores

“¡Qué pequeño soy
en la inmensidad de este diminuto planeta!”
(Juan Antonio Mascaró Jara, 2022)

RESUMEN

Mario Berríos Caro, doctor en Filosofía, preocupado por la fundamentación de una filosofía latinoamericana y chilena, nos invitó a ser parte de este gran desafío. En su obra Identidad-Origen-Modelos: Pensamiento Latinoamericano (1988), se preguntó: “¿filosofía chilena?” (pp.139-149). En este breve artículo intentaremos abordar una respuesta que explique y ejemplifique el sendero de la estructuración del pensar local. Se propone volver a estudiar a los y las intelectuales del siglo pasado mediante las diferenciaciones históricas y culturales entre el viejo mundo y el nuevo mundo, así como revisar la idea de trabajo y la manera en que estos elementos se entrelazan para suscitar la sistematización de los estudios integrales y su institucionalización en los debates académicos.

ABSTRACT

Mario Berríos Caro, PhD in Philosophy, concerned about the foundation of a Latin American and Chilean philosophy, invited us to be part of this great challenge. In his work: Identity – Origin – Models: Latin American Thought (IPS, 1988), he wondered: «Chilean Philosophy?» (pp.139-149); In this brief article, we will try to address an answer that explains and exemplifies the path of the structuring of local thinking. It is proposed to return to study the intellectuals of the last century, through the historical and cultural differences between the Old World and the New World, plus the idea of Work; and how these elements intertwine to promote the systematization of comprehensive studies and its institutionalization in academic debates.

1. UN PRIMER ACERCAMIENTO

No tuve la oportunidad de conocer presencialmente al estudioso, investigador y académico, doctor Mario Berríos Caro. Para muchos intelectuales Berríos Caro significó una luz en sus vidas, probablemente por la cercanía que él trasmitía. Entre su círculo más cercano, destaca el doctor Zenobio Saldivia Maldonado, quien, mediante sus diálogos y conversaciones, nos comunicó su relación laboral, fraternal y amistosa con el emérito docto de aquellos años del Instituto Profesional Tecnológico (actual Universidad Tecnológica Metropolitana, UTEM).

Saldivia Maldonado resaltó que la figura de Mario Berríos Caro fue icónica, ya que:

[…] fue uno de los pocos hombres que inspiraba tanto en la vida académica como en la investigación; un pensador que jamás estaba cansado de buscar y encontrar los argumentos necesarios para las interrogantes universales; un doctor que se preocupaba de la metodología y el método para elaborar sus clases; un pesquisidor que revisaba cada uno de los pasos para dar apertura a la redacción de artículos y de libros; un colega que utilizaba su agenda de bolsillo y proyectaba exposiciones en cuanto lugar fuera invitado; un ser humano que se preocupaba por la familia de sus compañeros; un amigo a quien le tomaba las manos cuando el cáncer ya no lo dejaba hablar. Mario Berríos Caro fue y será lo que soy hoy en día” (Saldivia M., Entrevista 20 de julio de 2022).

El recuerdo de Mario Berríos Caro está presente por el legado humano y académico que marcó la vida de sus estudiantes y sus colegas, además de las distinguidas publicaciones que realizó entre los años ochenta y mediados de los noventa del siglo XX. Interpretamos que su pensamiento era muy crítico para la época, independientemente del contexto político-social de aquellas décadas. De modo que Berríos Caro instó a que los futuros filósofos y filósofas diéramos respuesta a nuestra identidad filosófica. Esta responsabilidad es de todos quienes siguen los sueños y deseos de Mario Berríos Caro, y de otros notables eruditos que estuvieron, y están, altamente preocupados por este hermoso gran desafío.

2. LO QUE RESPONDIÓ MARIO BERRÍOS CARO

Mario Berríos Caro se pregunta: “¿filosofía chilena?” (1988, pp. 139-149). Dicha interrogante apela al y demanda del colectivo académico de las humanidades una respuesta. Berríos Caro se refirió a la temática tan controversial entre el viejo mundo y el nuevo mundo. Sin embargo, las corrientes filosóficas del viejo continente ya habían ingresado, primeramente, debido a la conquista y colonización europea por sobre el nuevo continente, seguidamente del proceso ilustrado-independentista; consecutivamente, en los periodos de civilización y barbarie; posteriormente, en los tiempos de la preindustrialización, los movimientos sociales, los progresos liberales y la radicalización de las ideas neoliberales. Todos estos periodos experimentados y vivenciados en nuestra tierra fueron introyectados por la capacidad creadora y de dominación intelectual, política, económica, social e inclusive artística y cultural del viejo mundo.

A grandes rasgos, desde una visión poco ortodoxa, nuestro país jamás ha logrado desarrollar una filosofía propia. Sin embargo, a partir del primer volumen de la Bibliografía de la filosofía en Chile (1982), bajo la dirección del Profesor Fernando Astorquiza P. y patrocinado por la Facultad de Filosofía, Humanidades y Educación de la Universidad de Chile y la Escuela de Bibliotecología y Documentación del IPS, se ha configurado la naturaleza necesaria de los investigadores para delimitar el marco conceptual de la expresión filosófica en Chile (Berríos, 1988, p. 140). Este primer avance significó la institucionalización de las reflexiones filosóficas mediante una sistematización de los estudios contemporáneos en la recopilación bibliográfica de autores, el análisis particular de las ideas y la configuración de criterios para definir qué argumentos son originarios de nuestra meditada realidad. Al respecto, Berríos Caro (1988) afirmó: “la reflexión filosófica en Chile, a pesar de la variedad de preocupaciones y modos de manifestarse, no disminuye, sino que refuerza la conciencia de la propia identidad” (p. 141). En rigor, dicha sentencia es quizás un tanto ambiciosa para ser estudiada a cabalidad, puesto que la filosofía –a juicio de Berríos Caro (1988)– es “la ciencia de las esencias” (p. 141). Asimismo, es necesario reconocer que el concepto mencionado se encuentra lejos de la práctica filosófica, aunque logra estimular la discusión teórica de Chile y el continente.

Siguiendo con los planteamientos de Berríos Caro, hace un llamado a la reflexión propia que esboza –en páginas anteriores de su obra– con una cita muy peculiar de Andrés Bello: “si hay algo que debemos aprender de Europa, es la capacidad de estudiar su propia historia” (Bello, 1881-1893, p. 251). Y prosigue con otras interpretaciones, esta vez con las ideas de Hegel, al postular que el nuevo continente es la copia del viejo continente; es decir, “Europa sería el mundo de la razón, América la pura intuición” (Berríos, 1988, p. 143).

La filosofía pensante de Latinoamérica se percibe de una forma confusa y extensiva, aunque las circunstancias experimentales del pretérito se han logrado desarrollar desde la perspectiva del occidentalismo. Principalmente, cuando es partícipe del sentido común de las diversas sociedades que complementan su historia y su cultura, como un modelo de vida en general, siendo su mayor expresión –por ejemplo– la colonización europea en las tierras del Nuevo Mundo. En consecuencia, si la esencia de las sociedades latinoamericanas no hubiese codificado un algo (escrito, artístico, tradicionalista, costumbrista, entre otros), simplemente sus esencias tenderían a desaparecer con el transcurso de los tiempos; y si las hubo –en su expresión más perfecta–, los conquistadores y colonizadores las destruyeron o las hicieron desaparecer de la memoria de la humanidad. Sin embargo, siempre hay un algo que sobrevive o permanece, dando lugar a la sistematización, la restitución o la reconstrucción de la memoria histórica entre las múltiples variables que la definen. De igual manera, este proceso sería el primer paso para iniciar una filosofía propia. Así, Berríos Caro afirmó que:

[…] cada nueva interpretación lo es en cuanto totalidad y no admite la existencia de otros que eventualmente pudieran también tener razón. La simple exclusión de otras posibilidades de pensamiento aísla a aquellos que quisieran ser de futuro globalizadores de este momento de la historia (Caro, 1988, p. 145).

Es decir, parafraseando a Berríos Caro, la historia política en nuestro continente ha sido la punta de flecha del pensar latinoamericano, lo que se demuestra en la educación escolar de los países que la componen, y Chile no es la excepción. Entre sus primeros críticos, cuenta el profesor Alejandro Venegas Carús (1910), quien en sus distintos escritos apeló a que en Chile existe una crisis de identidad, debido a que la clase dirigente local deseaba nivelarse al paradigma europeo, queriendo asimilar rápidamente su historia, su arte, su cultura y sus innumerables esencias que la hacen propia (Subercaseaux, 1997, p. 215).

Sabemos que las ideas provenientes del viejo mundo eran atractivas y cautivadoras a finales del siglo XVIII e inicios del siglo decimonónico, cuyas expectativas tomaron auge en la Ilustración y sus variantes transformaron la forma de comprender y entender el mundo. Estas ideas se materializaron en los próceres independentistas, erradicando el paradigma de la monarquía o tiranía por la instauración de una república con tintes occidentalistas.

¡América unida! (el sueño de Bolívar), una verdad relativa, consecuencia de los hechos descritos por intelectuales o aventureros del viejo mundo. Mas, Pacho O´Donnell (1999) nos alumbró sentenciando: “Los americanos son llamados ‘indios’ por una confusión. Y América es así bautizada por una mentira. El amo lo es también por adueñarse de las palabras” (O´Donnell, 1999, p. 21). Siguiendo a O´ Donnell, diversos críticos han intentado pensar y repensar a nuestra América unida, por medio de distintas acciones revitalizadoras que nos legaron nuestros antepasados como narraciones consuetudinarias y escrituras patrimoniales que aún persisten, lo cual requiere de valentía y confianza para consultar e institucionalizar nuestra propia reflexión con el objetivo de encontrar el fundamento a las preocupaciones teórico-filosóficas que la racionalizan y ejemplifican en las diversas áreas del saber latinoamericano (Berríos, 1988, p. 143). En cierto sentido, el problema radicaría en la cultura propia del nuevo mundo, que tiene la impronta de mezclarse con el modelo contemporáneo (Chevalier, 1999, p. 117). No obstante, al estudiarnos a nosotros mismos logramos con firmeza de mantener un presente que no ha olvidado el pasado; y fruto de ello, es la razón y la conciencia de lo perdido; cuando renace la consciencia del ser, por sobre la asimilación y reproducción del conocimiento del Viejo Mundo.

3. RESPONDIENDO A MARIO BERRÍOS CARO

Sí, existe una filosofía chilena. Sabemos que las reseñas y las críticas que recibió la obra de Berríos Caro marcaron la pauta para continuar con el proceso de análisis de Identidad-Origen-Modelos: Pensamiento Latinoamericano. De hecho, la intelectual Rosa Licata mencionó enfáticamente que: “en cada uno de los capítulos del libro es posible advertir una ambición de sistematicidad orientada particularmente a destacar la vinculación entre las conductas teóricas y prácticas” (Licata, 1990, p. 414).

En el caso de Chile, la sistematicidad y la vinculación teórica y práctica para definir, conceptualizar, categorizar y fundamentar la idea de una filosofía chilena, están ligadas a las reflexiones del pensamiento de sus habitantes. Por ejemplo, Venegas Carús ya lo manifestaba en su obra Sinceridad. Chile íntimo (2009, p.12), al postular la necesidad de crear y establecer una nación con características propias que pudiera percibir su naturaleza, sus tiempos de vida, sus relaciones personales e interpersonales; y, mayormente, sus materialidades y artificios que han alcanzado al diseñar o producir, sus espiritualidades y las voluntades de sus habitantes: por tanto, la historia política y social de nuestro país ha segregado la inmaterialidad de solemnes seres humanos por querer esclarecer la idea de filosofía chilena. Entre las innumerables intelectuales, resaltan las palabras de la profesora Lucila Godoy Alcayaga, quien, al agradecer y rehusarse a aceptar un cargo político conferido por su amigo, el presidente Pedro Aguirre Cerda en 1939, estableció ciertos argumentos propicios al percibir la exclusión de sus pares. Nuestra Gabriela Mistral respondió al presidente Aguirre Cerda por carta de la siguiente manera:

[…] por varias razones: 1° Yo no le he solicitado a Chile sino el pan de cada día. Honras, no; nunca las busqué. El haber pedido pan a Chile me valió veinte artículos de injurias que tengo presentes. Si por cooperar en la Patria nueva que ud. va a hacer, yo aceptase ese alto cargo, caerían sobre ud. salpicadurías de ese fango popular […]. 2° Detesto la vida social y la diplomacia es eso, en primer lugar. Esa vida no me dejaría ni leer ni escribir y lo único que yo puedo hacer por mi país, a mi edad, es eso. Además, yo he soltado mi lengua –mi consciencia desesperada–respecto del fascismo y no debo vivir tratando a ministros que son gente de esa marca. Cuando quise y pude hacer algo esencial y entrañable en la educación, la máquina oficial –los jefes hueros gastaron mi juventud en que yo repitiera sus gestos muertos […] (Mistral, 1939, p. 1).

Interpretando los argumentos de Godoy Alcayaga, la profesora justificó de muy buena manera el rechazo de una propuesta significativa para el gobierno de Chile. Dichas palabras contextualizaron los sentimientos de tristeza, enojo, afrentas y otras que conocía de la clase política y moralista, de la cual siempre intentó estar exenta. Pero su intención de querer educar perduró en su pasado-presente y transitó al futuro, al pronunciar e inmortalizar sus pensamientos sobre la universalidad del saber:

[…] Hija de un pueblo nuevo, saludo a Suecia en sus pioneros espirituales por quienes fue ayudada más de una vez. Hago memoria de sus hombres de ciencia, enriquecedores del cuerpo y del alma nacionales. Recuerdo la legión de profesores y maestros que muestran al extranjero sus escuelas sencillamente ejemplares y miro con leal amor hacia los otros miembros del pueblo sueco: campesinos, artesanos y obreros (Mistral, G., 1945)).

Asimismo, el reconocimiento de Mistral de la idea y esencia del trabajo, expresada en los científicos, educadores, artesanos, campesinos y obreros, lo volvería a retomar Salvador Allende Gossens, plasmándolo en su discurso político de alcances filosóficos en la Universidad de Guadalajara (1972): “Un obrero sin trabajo, no importa que sea o no marxista, no importa que sea o no sea cristiano, no importa que no tenga ideología política, es un hombre que tiene derecho al trabajo y debemos dárselo nosotros” (Allende, S., 1972) .

Así, la idea de trabajo es fundamental para comprender la esencia del ser histórico en su transversalidad de aplicación universal. Dicho concepto regula el esfuerzo, la actividad desinteresada, la creación artística, filosófica y científica; y posiciona al ser humano en la acción física sobre el mundo, sea por la sobrevivencia, el desarrollo intelectual o la investigación teórico-práctica de las diversas áreas del saber, o sencillamente por la responsabilidad social y material de una determinada cultura (Didier, 1999, p. 321). Es decir, el trabajo trasciende en el tiempo, acompaña intrínsecamente al ser humano en su existencia y lo eleva conscientemente al progreso experimental y racional de sus actitudes y aptitudes.

Ahora bien, la idea de pensar y repensar una filosofía chilena no es lejana. Debemos volver a las raíces de nuestros trabajadores e intelectuales. Tenemos conocimiento, al menos, de la visión occidentalista y los testimonios legados por quienes habitaron el nuevo mundo, las facultades cognitivas reflexivas que diseñaron un Chile y una Latinoamérica sustentados en la labor humana, considerando a la naturaleza como paradigma de vida, que posteriormente transitó exponencialmente hacia la opresión del hombre blanco por sobre el ser humano del nuevo mundo, en cuyo colectivo imaginario estuvo enmarcado por siglos, despertando a un artificialismo moderno y predominante.

Hoy sabemos que en Chile prima el trabajo, la cooperación entre los pueblos, la educación teórico-práctica del conocimiento heredado por nuestros ancestros y la escritura de una historia contractual que desplaza a la historia oficialista de las idolatrías nacionalistas, entre otras. Sin lugar a duda, estos procesos están en marcha, ya que el pensar una filosofía chilena no alude meramente a las corrientes filosóficas foráneas introducidas en el contexto histórico nacional, ni mucho menos a las ideologías políticas y partidistas, aunque el estudio y la prevalencia de estas pueden ser parte de la diversidad de las ideas que se originan en nuestro contexto local. El sueño de Bolívar, un tanto más contemporáneo, puede ser reproducido por las voces que integran las espiritualidades de las comunidades, voces que se manifiestan al unísono en función del reconocimiento y la restitución de las materialidades. De modo que los elementos que forman parte de la identidad, el origen y el modelamiento del nuevo mundo están en todo tiempo y espacio, pero Chile y Latinoamérica tienen la impronta de descolonizarse, tarea no fácil de realizar. Una forma, entre las infinitas, es cambiar radicalmente los planes y programas de estudio de los currículos educacionales en humanidades y ciencias, con el objetivo de canalizar los aportes más significativos de la historia de nuestro continente; y más agudamente, en pos de la difusión de las estructuras epistémicas del conocimiento local para incorporarse al saber universal.

CONCLUSIÓN

Responder la pregunta: “¿filosofía chilena?” no es un desafío menor. Berríos Caro dejó de manifiesto en sus escritos que existe una alta preocupación por definir una filosofía propia que contribuya a la universalidad del conocimiento desde Latinoamérica y hacia al mundo. De esta manera, en la pregunta formulada por el filósofo chileno, al menos se logran evidenciar tres aspectos relevantes para analizar y replantear dicho desafío: i. Sistematizar constantemente los estudios integrales del pensamiento latinoamericano y chileno; ii. Epistémicamente, en todo tiempo, Latinoamérica y Chile deben pensarse por sí mismos; iii. Institucionalizar y divulgar académicamente las elaboraciones teóricas que constituyen el pensamiento latinoamericano y chileno.

A nuestro tiempo, la preocupación aún persiste y no podemos separarnos por completo de las ideas occidentales, puesto que aún estas permanecen intrínsecamente en el desarrollo epistémico. Empero, una sentencia esperanzadora en el saber semántico puede ser: “¡Qué pequeño soy en la inmensidad de este diminuto planeta!” (Mascaró, Entrevista 28 de julio de 2022). Dicha reflexión puede aludir a una actividad necesaria para que todo intelectual y habitante de Latinoamérica y Chile se replanteé como un ente de pensarse a sí mismo, por medio de la idea de trabajo, su historia y la diferenciación entre el pensamiento occidental y el pensamiento local.

Para ello, se requiere volver a estudiar a los eruditos o eruditas que intentaron sentar las bases del pensamiento latinoamericano y chileno, sistematizarlo, educarlo, ampliarlo en los ciudadanos y habitantes, así como establecer escuelas de pensamiento en los colegios, en las universidades y otros centros de estudios.

Finalmente, ante la interrogante desafiante de Berríos Caro, no falta interés en responderla. Por supuesto que vivimos un periodo muy distinto al de los siglos pasados. A pesar de ello, la pregunta sigue estando vigente. En cada uno de sus tiempos, la discusión filosófica ha estado en el centro de los debates académicos, abordando la tangente entre los viejos planteamientos y la preocupación de desenvolverlos o deconstruirlos frente a las nuevas formulaciones teóricas. Cada intelectual, con el mejor de sus méritos, ha pretendido formar una opinión generalizada de los conceptos de identidad, origen y modelo del pensamiento latinoamericano y chileno. En consecuencia, es deber de todo individuo analizar las problemáticas y reflexiones históricas y culturales de un determinado país o de una determinada nación, con el fin de pensar y escribir una filosofía propia que integre a la libertad creadora del conocimiento local y universal.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  • Allende Gossens, Salvador (1972). Discurso en la Universidad de Guadalajara, México.
    https://www.salvador-allende.cl/discursos/mexico-guadalajara/ [Consultado en: 4/8/2022].
  • Berríos Caro, M. (1988). Identidad-Origen-Modelos: Pensamiento Latinoamericano. Santiago de Chile: Ediciones Instituto Profesional de Santiago.
  • Chevalier, F. (1999). América Latina. De la Independencia a nuestros días. México: Fondo de Cultura Económica.
  • Didier, J. (1999). Diccionario de filosofía. México: Editorial DIANA.
  • Licata, R. (1990). Reseña Bibliográfica de Identidad – Origen – Modelos: Pensamiento Latinoamericano. En: CUYO, 7, 2, pp. 413-415.
    https://librosffyl.bdigital.uncu.edu.ar/4075 [Consultado el 10/8/2022].
  • Mistral, G. (10 de diciembre de 1945). Discurso de la Academia Sueca al recibir el Premio Nobel de Literatura. https://uchile.cl/u8962 [Consultado el 6/8/2022].
  • Mistral, G. (1939 ene. 21). [Carta al] Excmo. Sr. D. Pedro Aguirre Cerda. En: Archivo del Escritor Biblioteca Nacional Digital de Chile. http://www.bibliotecanacionaldigital.gob.cl/bnd/637/w3-article-151622.html. [Consultado en 5/8/2022].
  • Mascaró Jara, J. (28 de julio de 2022). Entrevista a Juan Antonio Mascaró Jara. Santiago de Chile.
  • O´Donnell, P. (1999). La historia argentina que no nos contaron. Buenos Aires, Argentina: Editorial Sudamericana.
  • Saldivia Maldonado, J. (20 de julio de 2022) Entrevista a Zenobio Saldivia Maldonado. Santiago de Chile.
  • Subercaseaux, B. (1997). Historia de las ideas y de la cultura en Chile, Tomo II. Santiago de Chile: Editorial Universitaria.
  • Valdés, A. (2009). Sinceridad. Chile Íntimo. Santiago de Chile: Biblioteca Fundamentos de la Construcción de Chile.