Artículo Vol.1, nº 19, 2024

Sociedad moderna, élites y movilidad social en la educación superior chilena: apuntes para un análisis crítico de las últimas décadas

Autor(es)

Patricio Ibáñez González

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Sobre los autores

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RESUMEN

El presente texto buscó reflexionar y analizar la influencia de las élites chilenas en los cambios en educación superior durante la última década, considerando algunos apuntes desde el desarrollo de la modernidad y el contexto neoliberal. Algunas políticas, como la gratuidad, ampliaron el acceso para sectores medios y populares, pero el control de las élites empresariales y políticas ha mantenido la desigualdad estructural y las dinámicas neoliberales en el sistema educativo. Aunque hubo avances, la educación superior en Chile continúa siendo un espacio en disputa donde la movilidad social prometida ha sido limitada por las profundas desigualdades aún persistentes en la sociedad.

ABSTRACT

This text sought to reflect on and analyze the influence of Chilean elites on the changes in higher education in the last decade, considering some notes from the development of modernity and the neoliberal context. Some policies, such as free access to higher education, widened access for middle and popular sectors, but the control of business and political elites has maintained structural inequality and neoliberal dynamics in the educational system. Although there have been advances, higher education in Chile continues to be a contested space where the promised social mobility has been limited by the deep inequalities that still persist in society.

 

INTRODUCCIÓN

El presente escrito tiene como objetivo analizar el rol que han desempeñado las élites chilenas en las transformaciones sociales de la Educación Superior durante la última década. Este análisis se aborda desde una perspectiva histórica, relacionada con el desarrollo de la modernidad, la división del trabajo y el contexto neoliberal. Asimismo, se explora las consecuencias de estas transformaciones, con énfasis en la ampliación de derechos educativos impulsada por las luchas sociales, la movilidad social y el cambio de mentalidad de los individuos aportando elementos para el análisis crítico en Chile actual.

RESEÑA HISTÓRICA: SOCIEDAD MODERNA, CAPITALISMO Y CLASES

El avance de la sociedad tradicional a la sociedad moderna ha traído consigo una serie de variaciones propias de cualquier transformación social a gran escala. Desde el paso de la sociedad feudal a la sociedad capitalista, trajo consigo cambios estructurales a nivel productivo, y, por tanto, también en la relación capital-trabajo en sus dimensiones culturales, económicos y societales. Estos elementos son fundamentales para la comprensión de los roles de las elites en torno a las transformaciones en materia de educación superior, y los alcances en relación con la movilidad social.

Para Eisenstadt (1972), desde el punto de vista histórico, la modernización es el proceso de cambio hacia los tipos de sistemas sociales, económicos y políticos que se establecieron en la Europa Occidental y en América del Norte, desde el siglo XVII hasta el siglo XIX, que se extendieron posteriormente a otros países de Europa, y en los siglos XIX y XX a la América del Sur y a los continentes asiático y africano.

En la América Latina, por ejemplo, las estructuras modernas, más fragmentarias, tuvieron su origen en las sociedades oligárquicas de la conquista y de la colonia, donde había una división muy acentuada entre la oligarquía blanca de los conquistadores y la población indígena sometida (Eisenstadt, 1972).

El cambio evidenciado, a partir de sociedades tradicionales premodernas con estructuras sociales fuertemente estáticas a sociedades con una importante transformación en la estructuración y caracterización tendiente a la individuación y especificación de los sujetos, ha ido de la mano con el avance de la especialización en la producción, educación, industrialización, urbanización y el avance tecnológico, forjando así lo que hoy conocemos como: la sociedad moderna.

Las características comunes de la modernización, como sostiene Eisenstadt (1972), se remiten a dos aspectos fundamentales, la movilización social y la diferenciación social. El primero, comprendido como elementos sociodemográficos que generan pautas de socialización y conducta nuevas en los sujetos, a partir de procesos de desgaste y ruptura de vínculos sociales, económicos y psicológicos, traduciéndose en demostraciones de alfabetización, urbanización, cambio de residencia, aumento de ingreso per cápita, etc. Y el segundo aspecto, identificando los elementos estructurales de la organización social, caracterizados en la diferenciación y especialización de las actividades individuales y las estructuras institucionales, donde la dinámica de posiciones sociales adscritas a partir del parentesco o etnias fuertemente determinadas, propia de sociedades tradicionales premodernas, se flexibiliza y promueve la diferenciación y especialización de roles en los individuos, para el cumplimiento de tareas particulares, logro de objetivos y metas específicas, en relación con la reproducción de la vida económica, política, cultural y social. Esta perspectiva se caracterizó por una insistencia en el progreso y en el mejoramiento, en la felicidad y en la expresión espontánea de capacidades y sentimientos, en la individualidad como valor moral, y un acento paralelo en la dignidad del individuo y, por último, en la eficiencia (Eisenstadt, 1972).

El desarrollo de la división del trabajo hace un antes y un después en las sociedades a partir del transcurso de la modernidad, identificando para el actual periodo, un tipo de solidaridad de carácter orgánica, pues para Durkheim (2013), y que Parsons también adoptará, todas las funciones de la sociedad son sociales, como todas las funciones del organismo son orgánicas; es decir, que toda forma de relación social está interrelacionada. Si falla algo se entra en crisis.

A su vez, esta nueva forma de estructurar la vida social abrió nuevos rumbos a la instalación de lógicas en sus relaciones sociales y formas de reproducción de la vida. Por tanto, la modernidad iría de la mano un nuevo modo que vendría a dejar al feudalismo en el pasado y, con ello, el surgimiento del capitalismo, por tanto, un tipo de sociedad moderna distribuida por clases sociales según su lugar en la producción.

En relación con el capitalismo –como característica de la sociedad moderna–, Wallerstein (2012) planteó que es, ante todo y, sobre todo, un sistema social histórico, cuya data es desde el siglo XIV, y que, desde su definición más básica, se sostiene a partir de la acumulación de riqueza. Según Marx (en Vásquez, 2017), este modo de producción capitalista hace referencia a la multiplicación del capital a partir de la reinversión de los beneficios que procedían del valor creado por el trabajo, propio de un modelo de acumulación.

La sociedad moderna no ha hecho más que establecer, en lugar de las viejas, las nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, nuevas formas de lucha, caracterizado por un sistema de producción de mercancías centrado en la relación entre la propiedad privada de capital y una mano de obra asalariada desposeída de propiedad, siendo esta relación la que configura el eje principal del sistema de clases. Por un lado, se determina una nueva forma de visualizar la relación de producción, la famosa distinción capital-trabajo, y, por otro lado, el surgimiento de las clases sociales, propio de la diferenciación moderna, con un fuerte componente productivo.

Para Marx y Engels (2009), esta nueva forma de percibir las relaciones sociales va a poner al centro de la sociedad moderna la división jerárquica de la misma, entre opresores y oprimidos. Dicha relación dirá que la burguesía y proletariado serán dos clases antagónicas e irreconciliables, en su manifestación misma reconocida como lucha de clases y cuya disputa estaría marcada, por un lado, por la explotación del hombre por el hombre –compréndase en su dimensión humana– a partir de quienes ostentan el capital y los medios de producción, la burguesía y, por otro, quienes generan riqueza a costa del plusvalor a partir de su fuerza de trabajo, el proletariado.

ELITES, DISPUTA DEL PODER Y LUCHAS POR LA EDUCACIÓN EN CHILE

El desarrollo transformacional experimentado por la humanidad en su etapa moderna, como vimos, el surgimiento de las clases sociales y la diferenciación en torno a roles y metas, ha llevado consigo la disputa del poder y con ello la aparición de actores sociales cuya incidencia estaría establecida por elementos de carácter estructural, como su posición de clase, pero además, se iría configurando junto a otros aspectos como el perfeccionamiento, el estatus, el género, la raza, entre otros, estableciendo así las elites.

Para Eisesntadt (1972), un aspecto muy importante del sistema de estratificación, que tendió a aparecer con los procesos de modernización, fue la disociación creciente entre grupos de élites y de amplio estatus (estratos, clases), y también entre las diversas élites. En todas estas esferas surgieron categorías de grupos o de personas cuyos miembros eran líderes en diversas esferas institucionales pero que, al mismo tiempo, no se limitaban a miembros de estratos o clases definidas. Esto es aplicable a los burócratas, los empresarios económicos, los militares, los intelectuales y también a las diferentes élites políticas.

El análisis histórico del papel de las élites en Chile, especialmente en las transformaciones estructurales que acompañaron la modernización, revela un patrón constante de concentración del poder y la influencia sobre las instituciones clave, incluida la educación.

Entre los tipos específicos de organización que sirven para articular las demandas políticas, tienen importancia especial los grupos de intereses, los movimientos sociales y la opinión pública, y los partidos políticos (Eisenstadt, 1972). Para ello, los tipos de organizaciones identificadas como elites que orbitan en el campo educativo, corresponden a sectores empresariales nacionales e internacionales, partidos políticos chilenos desplegados en el Estado –tanto gobernantes y legisladores de turno– y las grandes masas en pie de lucha agrupados en el movimiento social por la educación caracterizada en los sectores medios (con mayor presencia de elites) y en los sectores populares (con menor presencia de elites en el movimiento estudiantil por condicionantes estructuralmente sociales).

Desde la apertura del ciclo político abierto en 2011, a partir de la movilización estudiantil universitaria, continuando por la revuelta popular en 2019, significó el fuerte cuestionamiento a las desigualdades estructurales visibilizadas en el campo educativo, particularmente en su financiamiento y acceso y, por consecuencia, la problematización a partir de los pilares del modelo neoliberal y la estructura de clases.

En relación con la composición de las elites durante la última década a partir del 2011 –etapa más álgida de movilización popular– entenderemos los diversos actores en disputa, por un lado, el ejecutivo con gobiernos inicialmente de derecha y posteriormente centro-izquierda, los partidos políticos y a las elites empresariales particularmente insertas en el mercado educativo. Por otro lado, las instituciones educativas, y, por último, dentro de la gran masa llamada movimiento estudiantil, señalará una composición heterogénea, proveniente de sectores medios y populares, e ideológicamente reconocidos desde el centro, izquierda democratizante-progresista, sectores revolucionarios y la gran masa inorgánica, cuya clase dirigente mayormente concentra sus elites en los sectores medios y caracterizados ideológicamente como progresistas. De ahí en más, la lucha popular ha presentado vaivenes, pero ascendentes en torno a la búsqueda de concebir la educación como un derecho social fundamental para la sociedad. Desembocando así, en la apertura a nuevos modos de cobertura y acceso a la educación superior, pero con un marcado rol de las elites empresariales y la profundización del mercado. Por tanto, el papel de las elites en Chile durante la última década ha sido de fuerte puja, desde un lado, y otro con mayor fuerza en quienes ostentan en poder y los medios de producción (Estado y elite empresarial), versus las elites surgidas desde el seno del movimiento estudiantil (dirigencias) con una amplia espalda social –evidentemente compleja por su heterogeneidad–, logrando poner en el centro del debate público el carácter de la desigualdad en educación y tensionar la agenda política del país en torno a transformaciones urgentes.

EDUCACIÓN SUPERIOR EN CHILE: PROMESA DE MOVILIDAD SOCIAL

Como se abordó antes, la sociedad capitalista, como sostiene Giddens (1993), es un sistema que muestra un número de específicos rasgos institucionales una naturaleza fuertemente competitiva y expansiva. Además, la etapa moderna se ha caracterizado por una fuerte y profunda división y especialización del trabajo social, siendo la apertura a la educación en todos sus niveles –y particularmente la Educación Superior– un elemento sustancial.

Para el año 2024, ya con la implementación de políticas que atendieron la demanda social, según cifras oficiales del Ministerio de Educación, se contaron 1.277.340 estudiantes en la educación superior, la cifra más alta de que se tiene registro hasta la actualidad. Presentando así un aumento de un 2,2% a la matrícula de primer año comparado con 2023, número que se vio impulsado especialmente por un aumento en la matrícula en institutos profesionales y en programas a distancia (Ministerio de Educación, 2024). A su vez, la política de gratuidad para el financiamiento a la Educación Superior (para el 60% más vulnerable) ha consignado, según datos del Ministerio de Educación (2024) un total de 558 mil estudiantes que han tenido acceso al beneficio. Y, por añadidura, la puesta en marcha de políticas de equidad en el ingreso, ampliando las posibilidades de ingreso, el ascenso social, pero sin romper la lógica de competencia.

Por último, en una sociedad fuertemente marcada por posiciones de clase, pero con reacomodaciones y aperturas a nuevos escenarios para escalar socialmente a partir del acceso a la educación superior en la promesa de movilidad social.

Para Lehmann (202), la movilidad social es un fenómeno complejo que se manifiesta en experiencias tanto afirmativas como conflictivas. Según sostiene Germani (1961), este proceso se entrelaza con el desarrollo económico en la sociedad industrial, que requiere flexibilidad mental y un alto grado de movilidad vertical. Además, la movilidad puede analizarse considerando la motivación de los grupos que buscan transformar desigualdades estructurales y entender los procesos de reproducción social (Timasheff, en Guerra Zabala; Duque Mejía y Brand Monsalve, 2021), siempre desde la posición individual.

Frente a la aspiración de movilidad social –en sentido ascendente– el cambio de mentalidad ha estado fuertemente ligado al tipo de aspiraciones generadas, donde los individuos esperan mejorar en sus posiciones iniciales. En ese sentido, McClelland (1970) plantea que el deseo de desempeñarse bien, en alguna posición alcanzada a partir de un ascenso en la estratificación social, no significaría solo tener aceptación social o prestigio, sino también, con miras a un sentimiento interior de realización personal.

Parsons (1968) categorizó diferentes variables que apuntan a describir los modos que los individuos orbitan y dan engranaje a los sistemas sociales a partir de valores y elementos estructurales, las variables pautas. Dichas variables se dividen en la comprensión de sociedades premodernas y modernas. Para la comprensión actual y en torno al tema elaborado, podemos determinar que la aplicación de estas variables –solo considerando las dadas en sociedades modernas– serían: a) neutralidad afectiva, alusiva a la planificación de proyectos educativos; b) orientación hacia el colectivo, referente a posicionarnos socialmente/educativamente/laboralmente en relación con un sistema societal; c) universalismo, a partir del reconocimiento de la educación como un derecho social fundamental; d) logro, en torno al cumplimiento de metas y el ascenso en la movilidad social a partir de la educación; y, finalmente, e) especificidad, ocupando un lugar específico (en términos educativos y laborales) en la división social del trabajo.

Asimismo, estas variables en la sociedad chilena –y las sociedades capitalistas en general– han promovido el cambio de mentalidad a partir de la promesa de movilidad social en torno a la educación superior y exigencias individuales en relación con la productividad, con los modelos por competencias para el desarrollo de la eficiencia, el logro y el cambio social en sociedades modernas.

CONCLUSIONES

La educación ha jugado un papel central en la reproducción de la diferenciación social propia de la modernidad, funcionando como un mecanismo que refuerza las jerarquías de clase. La expansión de la educación superior en Chile, impulsada por la tecnificación y profesionalización de la mano de obra, ha generado mayores expectativas de movilidad social. Sin embargo, aunque se ha ampliado el acceso a la educación superior, especialmente a través de políticas como la gratuidad, el control ejercido por las élites ha impedido que estos avances se traduzcan en una verdadera movilidad social.

A lo largo de la última década, las luchas sociales han logrado abrir nuevas oportunidades de ingreso, pero dentro de un sistema que sigue operando bajo lógicas neoliberales, perpetuando la desigualdad estructural. Las élites empresariales y políticas han mantenido su influencia sobre el sistema educativo, moldeando las reformas a su favor y garantizando que la competencia y la privatización sigan siendo pilares fundamentales de la educación superior.

El sistema educativo chileno se ha convertido, así, en un campo de disputa entre las élites del poder y los sectores populares, donde se confrontan los intereses del mercado con las demandas por una mayor democratización y justicia social. A pesar de los avances en términos de financiamiento y acceso, las dinámicas de competencia y privatización que rigen el sistema han limitado el impacto de estas reformas en la reducción de las desigualdades.

El caso chileno de las últimas décadas refleja cómo las políticas de financiamiento, como la gratuidad, han permitido la entrada de sectores medios y populares a la educación superior. No obstante, estas políticas no han logrado desmantelar las lógicas de mercado ni el carácter privatizador del sistema educativo. En su lugar, se ha fomentado un modelo orientado a la formación de individuos altamente calificados, pero con aspiraciones de movilidad individual que, en última instancia, refuerzan un sistema de competencia que beneficia a las élites y perpetúa las inequidades sociales.

La promesa de movilidad social a través de la educación superior, aunque aparentemente accesible, se enfrenta a una realidad donde el acceso y las oportunidades siguen siendo profundamente desiguales, reflejando las contradicciones inherentes de una sociedad moderna aún dominada por las lógicas del mercado.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  • Berman, M. (1982). Todo lo sólido se desvanece en el aire. Editorial Epublibre.
  • Durkheim, E. (2013). La división del trabajo social. Ediciones Lea.
  • Eisenstadt, S. N. (1972). Modernización. Movimientos de protesta y cambio social. Amorrortu Ediciones.
  • Giddens, A. (1993). Consecuencias de la Modernidad. Alianza Editorial.
  • Guerra Zabala, V.; Duque Mejía, C. y Brand Monsalve, E. (2020). ¿Muy jóvenes para decidir su futuro? Capacidad de agencia y movilidad social educativa en jóvenes profesionales de la Universidad de Antioquia. Última Década.
  • Lehmann, W. (20 dic. 2020) Conflict and Contentment: Case Study of the Social Mobility of Working-Class Students in Canada. https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/ejed.12431
    Marx, K. y Engels, F. (2009). Manifiesto comunista. Ediciones Brontes.
  • McClelland, D. y Winter, D. (1970). Blanco del desarrollo: ¿el hombre o la sociedad? En Cómo se motiva el éxito económico. México-Buenos Aires: Centro Regional de Ayuda Técnica, 1970, pp. 1-41.
  • Ministerio de Educación de Chile (2024). Informe de matrícula en Educación Superior en Chile 2024. Recuperado de: https://educacionsuperior.mineduc.cl/wp-content/uploads/sites/49/2024/07/2024-MATRICULA-VF-1.pdf.
  • Ministerio de Educación (2024). Mineduc entrega más de 684 mil beneficios estudiantiles para la educación superior. Ministerio de Educación. Recuperado de: https://www.mineduc.cl/educacion-superior-mineduc-entrega-684-mil-beneficios-estudiantiles/.
  • Parsons, T. y Shils, E. A. (1968). Hacia una teoría general de la acción. Editorial Kapelusz.
  • Vázquez Fernández, S. (2017). Reseña de Historia del capitalismo de Jürgen Kocka. Estudios Sociológicos, Ciudad de México. En: Estudios Sociológicos, vol.35 n.105 Ciudad de México sep./dic. 2017. https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2448-64422017000300701
  • Wallerstein, I. (2012). El capitalismo histórico. Madrid, España: Siglo XXI.