RESUMEN
Este ensayo trata de enfatizar las polémicas que surgieron a raíz de los escritos de Alcides Arguedas Díaz (1879-1946), siendo una cuestión de debate su obra sociológica, histórica y su faceta como columnista de prensa. Aquí se recopilan las confrontaciones de ideas y réplicas con otros intelectuales quienes, al ver el defecto en su manera de percibir a la sociedad boliviana de su tiempo, pesimista y sombría, logran dedicarle varias críticas sobre su desenvolvimiento como promotor de la tragedia social boliviana; además, se da a conocer el movimiento intelectual de los primeros cuarenta años de Bolivia, siendo un factor fundamental el discurso de Arguedas en la organización de nuevos valores, en cuanto a la concepción del futuro de la sociedad boliviana.
ABSTRACT
This essay tries to emphasize the polemics that arose as a result of the writings of Alcides Arguedas Díaz (1879-1946), being a matter of debate his work sociological, historical and his facet as press columnist. Here it is compiled the confrontations of ideas and replies with other intellectuals who, seeing the defect in his way of perceiving the Bolivian society of his time, pessimistic and gloomy, manage to dedicate him several criticisms on his development as promoter of the Bolivian social tragedy; in addition, it is given to know the intellectual movement of the first forty years of Bolivia, being a fundamental factor the speech of Arguedas in the organization of new values in as for the conception of the future of the Bolivian society.
INTRODUCCIÓN
Uno de los literatos que fue foco de varias críticas que, hasta hoy, genera urticaria en varias charlas y debates sobre la identidad y rumbo del país es, indudablemente, Alcides Arguedas Díaz1 (1879-1946); además, sin pensarlo, fue flujo continuo de malestares con sus compatriotas, generando debates y polémicas a lo largo de su vida tanto por su obra como por su personalidad donde, más allá de su fama continental, fue interpelado desde diversos puntos de vista.
Desde muy temprana edad se fue dando su inclinación a ser escritor2, motivado por crear una obra canónica que quiso dejar a su Bolivia de inicios del siglo XX. Solamente bastó para publicar un libro, Pueblo Enfermo (1909), para convertirse en el foco de atención que tanto anhelaba; sin embargo, el rechazo de varios intelectuales nacionales por su obra con una objetiva visión negativa sobre el futuro de país fue el detonante de enemistades hasta, incluso, el día de su muerte. Mientras que, en el Viejo Continente, España específicamente, su obra iba a ser comentada por varios pensadores de talla continental como el caso de Miguel de Unamuno o Ramiro de Maeztu, sin olvidar las numerosas cartas que recibió en ese momento de diversos intelectuales del continente sudamericano3.
Con el paso de los años, bajo el designio de la calidad punzante de contraatacar a rival que se le oponga debido a las desvirtuadas críticas negativas que recibía4, se fue acomodando a este sistema, dando aspectos más ilustrativos sobre la función del intelectual que vende su pluma a cada régimen nuevo y por no decir, ante todo, la realidad de los sucesos del país. Por esa misma razón las polémicas de Arguedas no solo guardan un recuerdo fragmentario de la vida intelectual de Bolivia, sino la misma historia de sus obras, arremetida en varias interpretaciones. Aquí esbozamos algunos datos sobre las polémicas que tuvo en vida y las cuales replicó, ya sea en una columna periodística, carta o en algún capítulo de sus obras.
BAUTISTA SAAVEDRA. EL PRESIDENTE SOCIÓLOGO Y LA HISTORIA DE MAÑANA
Esta polémica nace como una revisión a los actos políticos que Bautista Saavedra5 (1870-1939) realizó en su Gobierno como presidente de la República de Bolivia desde 1921 hasta 19256, siendo una etapa de varios cambios y enconadas luchas por impedir la voz de sus opositores.
Arguedas, con el ojo crítico y la pluma sincera, da frases hirientes a la conducción de Saavedra y saca los trapitos al sol sobre su gestión particular de gobernar a sus coterráneos7. Su punto de análisis sentó bases para la construcción de hechos y evidencias del carácter de gobierno que se tuvo, tratando de demostrar la falacia de los postulantes a la presidencia con una manipulación de simular la unificación social. Fue así como, el 29 abril de 1928, pasados los años caldeados de esa política gubernamental saavedrista, nuestro escritor da el primer paso para iniciar el debate en su columna llamada Palabras Libres, del periódico paceño El Diario.
Inicia Arguedas titulando esta radiografía gubernamental El Caudillo y el Escritor, en el que cuestiona las incoherencias del caudillo al momento de gobernar. Rememora una serie de cartas escritas8 en 1922, siendo enviadas por haberse decretado estado de sitio, las cuales Saavedra –siendo ya presidente– contestaría solamente una. Recuerda a su antiguo profesor y amigo que antes de ser gobernante pregonaba la democracia del pueblo9 y a partir de estas cartas demuestra la ambición de poder; siendo las respuestas del caudillo señalando la amnistía total y la instauración de un orden validado en el imperativo patriótico.
Arguedas, recuerda, critica y menciona datos de su gobierno en la dinámica el cual se vio inmersa con la oposición, sugiriendo “formar un gabinete con elementos de todos los grupos políticos” (Oblitas, 1997, p. 653). Además, habla sobre la cuestión de los derechos civiles y la libertad de prensa como ejemplos de comprensión social y de estabilidad política con plena vigencia de libertades constitucionales. Continúa detallando la dinámica de gobierno de Saavedra y se queda a resumir su estilo de gobierno en la siguiente declaración:
El fantasma de la conspiración le obsede; la renuncia que le piden sus adversarios le exaspera […] viola la correspondencia privada, secuestra y falsifica telegramas, mete en prisión a los estudiantes, detiene y encarcela a periodistas, hace cerrar los periódicos independientes y sobre todo impone a palos a sus candidatos al municipio (Oblitas, 1997, p. 655).
Con toda esta gama de dichos y falencias para un intelectual como Saavedra cometiendo repetidamente estas faltas, Arguedas ve el temor que sea un ejemplo más del típico caudillo político que gobierna al país. Dando cuenta la acción nefasta del amigo y profesor de ayer, las diferencias se acrecientan por el mismo hecho de adherir la violencia, ira y destrucción de libertades donde Saavedra fue el principal promotor. Arguedas divide al Saavedra de antes, estudioso, amante del progreso y esclarecido escritor, con el Saavedra del presente, caudillo, mandón temido y autoritario. Concluye el escritor, decepcionado por el cambio radical e irreversible de su viejo amigo, por haber engañado a la juventud con su “ejemplo de contradicción intelectual, de sectarismo intolerante y de ineptitud” (Oblitas, 1997, p. 661).
La respuesta del expresidente no se dejó esperar. Saavedra, desde su puesto diplomático en Bruselas, lee con detenimiento, tomando nota de cada difamación que él pueda detectar. No acepta el silencio y empieza a redactar su extensa respuesta. El antiguo caudillo se moviliza para dar paso de nuevo al escritor. En julio se publica Palabras Sinceras: Para una historia de ayer; un resumen de sus actos como gobernante, desmintiendo hechos y esclareciendo otros. El libro, publicado en París, tenía un objetivo claro: no solo fulminar a Arguedas, sino demostrar el génesis de sus actos como presidente del país.
Demuestra insuficientes e incoherentes las fórmulas denigratorias de parte del escritor en sus opiniones que, irónicamente, en su Gobierno fue designado cónsul general en París, contrarrestando sus sentencias históricas del ayer, examinando que el curso de la historia misma es un curso donde no hay subjetividades, sino hechos dominados por el medio o por el colectivo social. Demuestra al autor de Raza de Bronce cuando escribe “con la superficialidad, con el candor, con la ignorancia” (Saavedra, 1928, p. 14) y por la arbitrariedad sobre la historia del país.
Esclareciendo los hechos, ataca al Arguedas historiador, por su visión de la historia como “un montón de hechos, cuya lógica interior les es desconocida, pero de los cuales sacan todas las consecuencias que se les antoja” (Saavedra, 1928, p. 35). En efecto, el antiguo gobernante desmiente toda aseveración exagerada. Resalta el hecho de haber cubierto Arguedas con su pluma falsas historias para el mañana y que toda rectificación con la verdadera narración de los hechos debe ser leída y escuchada desde diferentes puntos y no desde el cómodo asiento alejado del país, sin dar juicios falsos ni situaciones exageradas. Concluye Saavedra con una recomendación a Arguedas, “cuando se proponga escribir una historia […] que no se guíe, únicamente, por lo que ha leído en algunos papeles públicos con exclusión de otros” (Saavedra, 1928, p. 109).
Durante los meses de diciembre hasta marzo de 1929, Arguedas responde al libro de Saavedra con artículos que no habían sido publicados en su debido momento por El Diario, para dejar en claro la misión de sus libros sobre historia10. Explica detalladamente la importancia de sus obras históricas que son producto de la falta de un sistema historiográfico de nuestro medio, y solo la información puede ser sustraída por la fuente principal del documento escrito. Reprocha el no haber explicado las circunstancias de la anulación de una elección presidencial en 192511 e imponer una candidatura presidencial.
Pasadas algunas columnas más para explicar los hechos desde su propia verdad, Arguedas no obtiene respuesta alguna, sintiendo “pena y angustia al leer en la esquela amenazante […] que Saavedra confiesa no contar en el país con órgano de prensa donde defenderse” (Oblitas, 1997, p. 717). Ya el embrollo culmina con el comentario sobre la sobredosis de la pobreza intelectual del medio y la situación de la indigencia moral que abunda a la sociedad boliviana.
TRISTAN MAROF. UN ENEMIGO MÁS ALLÁ DE LAS LETRAS
El caso de Gustavo Adolfo Navarro, más conocido como Tristán Marof (1898-1979), tuvo un ingreso muy acelerado a la acción política y cultural del país. Marof desde muy joven había sido un asiduo detractor de gobiernos liberales12; su forma de hacer notar su presencia fue con la publicación de ensayos y novelas13. Ya en Europa, bajo cargos diplomáticos, nombrado cónsul de Bolivia en Francia bajo el gobierno de su amigo y guía Bautista Saavedra, es donde se adhiere a las corrientes socialistas de la época, momento para romper con la clásica imposición ideológica de partidos políticos del país. A esto, su fama crece y se disemina por diferentes países. Ya tornándose su imagen y nombre es que adquiere su seudónimo a Tristán Marof14.
Para Marof siempre fue una molestia la fama con la que miraban a Alcides Arguedas y la amplia difusión que tuvo Pueblo enfermo en el continente, ya que había errado en la verdad de la crisis boliviana. Por sus posiciones de enfoque sobre el progreso de la nación, el desprecio mutuo de ambos se irradiaba cada vez en sus textos, entrevistas, folletos y ensayos.
Las injurias e insultos empezarían en 1929 cuando Marof hablaría de Arguedas, recientemente nombrado ministro plenipotenciario en Colombia por el Gobierno de Hernando Siles, en la revista peruana Amauta, debido a una entrevista que le realizó el colombiano Santiago Valencia y que analiza la incertidumbre de la masa indígena al tener un rumbo inexacto en el territorio boliviano por el atraso de la nación. Con su estilo ácido, agudo y sin pelos en la lengua comenta lo siguiente:
Al enterarme de esta noticia solo he podido exclamar alborozado: ¡Dios los cría y ellos se juntan! Arguedas tendrá que dejar París y trasladar su sabiduría aldeana e incomprendida15 a Bogotá. Los colombianos, siempre finos y humoristas, tendrán para reír e ironizar a costa de este diplomático granuja, cuya anterior encarnación –si la teosofía es cierta– debió ser uno de esos perros famélicos y huraños, que los viajeros encuentran en el altiplano andino (Marof, 1929, p. 81).
Como se puede apreciar, Marof, cargaba de ira incontrolable sobre los comentarios de Arguedas al punto de añadir adjetivos negativos sobre su vida y obra; punto en el cual ya no se trataba de comentar sobre el drama boliviano y sus personajes que danzaban en sus tierras. Pero este desprecio sería mutuo y pasaría a capítulos dedicados exclusivamente a quitar la valía de escritor de cada uno.
Es así como, en 1934, Arguedas publica La Danza de las Sombras16, una especie de diario y notas sobre el contexto actual del país, los móviles políticos del momento y su relación con varios intelectuales del continente europeo. En sus memorias del 29 de octubre de 1931, Arguedas toca algunos temas privados sobre los caminos errados, dispersos y sin rumbo de Marof, así como su comportamiento y como oyó hablar de él.
Empieza describiendo una anécdota que tuvo con la poetisa Gabriela Mistral en 1922 durante un viaje en barco. Entre charla y charla, hablando de cosas de libros y personas, Mistral menciona a Navarro –todavía no tenía conocimiento de su seudónimo–, y empieza a recordar el suceso que tuvo años antes cuando lo alojó en su casa, y su comportamiento pidiendo licor para embriagarse y luego irse a los tres días:
[…] y comenzó a escribirme cartas de Buenos Aires […]. Yo, sin sospechar la clase de sujeto que era, le respondí aconsejándole que no se metiese en política y tuve la debilidad de hablarle de sus escritos, que eran bastantes flojos ¿Y saben lo que hizo? Pues publicó un libro titulado no sé qué17 –no lo conozco– en cuya portada dicen que reza: “Prólogo de Gabriela Mistral” y que compuso él arreglando párrafos de mis cartas (Arguedas, 1982, p. 205).
Aquí Arguedas (1982, p. 206) puntualiza la calidad y de persona es Marof, por violento y calumniador en todo sentido. Comenta sobre la tragedia que había producido las malas lecturas (Malatto, Bakunin, Grave, entre otros) de Navarro en sus años mozos y llenarse el cerebro de libros dañinos donde solo se aprende a odiar y ser resentido con otros sectores sociales. En efecto, cuenta como se contagia de la información de este escritor socialista y las acciones que hizo años atrás en Bolivia. Un ejemplo fue de arremeter contra miembros liberales en el Panóptico de La Paz, cuando ejerció el cargo de gobernador de dicho establecimiento durante La Gloriosa revolución del 12 de julio de 1920.
Con estos antecedentes, Arguedas teme por Bolivia y la dirección de Marof al mando de las masas populares y el instinto primitivo que podría alterar el orden y generar una revolución a nombre de un exiliado con un seudónimo ruso que mira a Bolivia desde afuera sin siquiera adentrarse en ella.
En consecuencia, para dejar en claro las verdaderas intenciones de su rival, da un comentario amplio en su libro más polémico. Si hay algo preciso en esta crítica de Arguedas es la denuncia de la recepción y publicidad que dan a Marof. Y se hace visible en la tercera edición de Pueblo Enfermo (1937)18, en unos cuantos párrafos sobre el peligro comunista y la virulencia que infecta a los excombatientes que regresan del Chaco, con una moral adquirida solamente por los nuevos aires de ideologías foráneas, donde su auge está más difundido que nunca. Menciona la invasión socialista comandada por militares vueltos19 del Chaco. Teme por Bolivia, militares y políticos que fracasaron en la campaña contra el Paraguay sean los mismo condecorados y enaltecidos, cuando la sociedad, en su conciencia patriótica, olvida que deben ser juzgados por sus crímenes de guerra. En ese momento, Marof surge como un apóstol y defensor de las clases oprimidas. Arguedas, a su manera habitual, describe la manera en que el izquierdismo y su líder exiliado fagocita a la masa:
Y escribe libros, da conferencias, inunda los periódicos revolucionarios con su prosa agresiva y apasionada, y en todos se place en hablar, pregonar […] por su conducta en la vida como hombre y como funcionario, sale de la categoría de hombre para entrar de lleno en la de subhombre (Arguedas, 1996, p. 256).
Para Arguedas, el problema del movimiento violento de las masas sociales es debido a Marof y su apostólica predicción sobre el futuro socialista del boliviano como la única solución inmediata a la guerra. Se asusta de haber visto como influyó en la conciencia social20 y por darle crédito de “ser el único luchador en Bolivia de la raza indígena explotada” (Arguedas, 1996, p. 257).
Posteriormente la réplica de Marof se da en 1938, en el libro La verdad socialista en Bolivia, donde, al igual que su contrincante, dedica un capítulo entero titulado Proceso de un escritor: Alcides Arguedas. Esta vez y con toda la potencia de triturar a cualquier adversario, se abstiene de mencionar la personalidad de Arguedas y, coherentemente, habla de la visión en que contagia la obra histórica de Arguedas. Su objetivo se basaría en “comprobarle su falsa posición y sus errores cuando escribe sobre Bolivia y otros países” (Marof, 1938, p. 73). Pero antes, empieza desmintiendo el recibimiento, ficcionalizado exageradamente, en la casa de Mistral y los abusos a miembros liberales. Aseverando que la realidad es otra y antes de iniciar una crítica constructiva sobre su obra, se empecina a desmentir todo lo escrito sobre él en La danza de las sombras.
Finalizando estos supuestos hechos, al hablar de la obra Pueblo Enfermo (1909), para Marof, Arguedas solo ve razas fuertes y débiles, pueblos enfermos y sanos, cuando no analiza el nivel socioeconómico del momento y, menos aún, el estudio imparcial del país. Reniega contra el libro y describe porqué “ha colocado en la frente del pueblo boliviano el estigma de su inferioridad […] el complejo que padece actualmente la juventud, de sentirse por debajo de otros pueblos” (Marof, 1938, p. 82).
Critica la falta de análisis económico y de producción de recursos en sus obras de historia, cuando solo toma criterio personal con la psique de cada mandatario que el país tuvo. Por ese análisis de estudio caducado, condena a Arguedas ya superado, sin necesidad de más tomos de su historia que no vería en el futuro un bienestar de crítica positiva y estar sesgado de varios errores en su forma en como escribió y exhibió lo que se le dio en gana, sin ningún criterio historiográfico y ningún aspecto académico del momento. Asegura que los personajes los tergiversa colocando novela en historia y viceversa, donde no distingue la realidad y la ficción. Finaliza el capítulo sentenciándolo de la siguiente manera:
El señor Arguedas pertenece al pasado. Puede impresionar a la gente que vive en el pasado, por un retardo mental o por su conveniencia. A la juventud verazmente socialista no puede enseñarle nada. Hace tiempo que le superó y porque le superó lo sitúa al otro lado de la barricada, triste y escéptico, con sus ocho tomos de historia inútil (Marof, 1938, p. 88).
Con toda esta exaltación de ideas violentas, se puede determinar que el miedo de Arguedas fue por la promoción iracunda del socialismo en el país y su recepción torcida que hizo en la conciencia pública. La denuncia se personifica en Tristán Marof y su manipulación sostenible en sectores marginados hasta ese momento.
LUIS PAZ. EL HISTORIADOR Y EL USO DE LAS FUENTES
Para el año 1923, el historiador tarijeño Luis Paz (1854-1928) cumplía el cargo de presidente de la Corte Suprema de Justicia. Su labor como sesudo historiador lo llevó a la palestra de los intelectuales más respetados de Bolivia. Sin embargo, sería un novel en esta disciplina quien cuestionara la autenticidad de aquel experimentado escritor y trataría de mostrarse complacido con su obra que al mismo tiempo haría crítica ofensiva de ella, generando una particular polémica en el panorama intelectual boliviano.
En 1920, bajo el sello de la Editorial América, Arguedas publicaría su primer tomo de historia La Fundación de la República21. Fruto de una larga gestación de impulso patriótico y promovido por los escritores Rufino Blanco Fombona, Francisco García Calderón y Hugo Bargelata –a quienes, además, va dedicado el primer tomo–, refiriendo que su amigo boliviano es el más apto para escribir sobre su país con criterio histórico, justo e imparcial22. En la dedicatoria del libro, Arguedas, al comentar su impronta en esta disciplina nueva obligada por la necesidad de estudiar los sucesos del pasado, comenta sobre su miedo al acercarse a un país lleno de constantes desgracias que, según él, no conocía más que el caudillismo y la incapacidad de sus gobernantes. Al respecto comenta que “Bolivia es el pueblo feliz de los ironistas, que no tiene historia, y pues que de conocerla otro sería su criterio y otra su actitud en la vida pública boliviana, hoy desorientada y sin rumbo” (Arguedas, 1920, p. 10).
Además, escribe sobre la pobreza de las bibliotecas de su país, donde no encuentra muchas facilidades para ubicar folletos, documentos oficiales, periódicos, libros o revistas que, en su mayoría, fueron a parar al basurero o se convirtieron en polvo en un sótano. Resume la trágica vida del investigador boliviano por la falta de estos recursos y menospreciar los archivos acumulados.
Y es aquí donde, en un contenido adulador y, al mismo tiempo, ofensivo, cita la obra histórica de Luis Paz. Empieza describiendo al hombre público y destacado en el ámbito político para luego girar a su inquietud cimera de historiador inquieto de Bolivia; elogiando su labor intelectual y su precisión de obras tan notorias como elogiadas y aplaudidas. Sin embargo, hace una observación punzante con la última obra de Paz, Historia General del Alto Perú. Hoy Bolivia. Tomo II (1919)23, libro que parte desde 1809 hasta 1825, describiendo las batallas, sublevaciones, militares y héroes que se emanciparon de las cadenas de la colonia española. Con su característica pluma sincera y apasionada, Arguedas comenta el libro de Paz:
[…] y si algo hay de lamentable en su trabajo, es la presentación incorrecta de la obra, pues los tipógrafos han olvidado señalar con el signo convenido y usual de las comillas la procedencia y cita de testimonios, de donde resulta que el texto del segundo volumen […] en su integridad pertenece a los historiadores Taborga, Urcullu, Cortés, René Moreno, José María Paz, García Camba y, sobre todo Mitre, en la forma en que está impreso aparece como original del doctor Luis Paz (Arguedas, 1920, p. 17).
Arguedas, desmotivado, previene a los futuros historiadores la procedencia de las fuentes24 para no caer en falsas afirmaciones históricas y también, aumentando negativamente la proyección de la obra recién estrenada de Paz, que no se dejen engañar al citar textos de otros historiadores y adornarlas con el nombre de otro. Entendiendo que la obra histórica de Paz está destinada a la prensa por la difusión y publicidad hacia lectores incautos, esta no tiene tanto valor para historiadores formados, “cosa nada airosa para quien desea ser lo más circunspecto posible en sus informaciones” (Arguedas, 1920, p. 17).
La respuesta no se hizo esperar. En la ciudad de Sucre, sale el primer número de Claridad25, en junio de 1921, donde las temáticas fueron literatura, arte, música y arte. José María Paz, hijo del historiador tarijeño, escribe para la revista un artículo26 dedicado a refutar, exclusivamente, los párrafos negativos de Arguedas respecto de la obra de su padre. Bajo el título La Fundación de la República por Alcides Arguedas y su crítica a la Historia del Alto-Perú por Luis Paz, el cual es una réplica debida a la crítica que hizo a la obra de su padre. Paz (1921, p. 17) cuestiona a Arguedas que le hubiera sido mejor “entregar su meritorio trabajo al juicio público, sin decir que es mejor que aquella historia que en su concepto o temor, podía hacerle sombra”. Justifica defender la autenticidad de los documentos y autores citados correctamente; corrigiendo las aseveraciones que hiciera Arguedas en su dedicatoria al inicio del libro. Desmiente las faltas del uso de comillas, rectificando la correcta citación y enumeración de cada obra. A continuación, demuestra que el libro de Arguedas “no contiene ni una sola nota, ni cita ningún autor; todos los ha colocado en una lista en la página final” (Paz, 1921, p. 18). De esta forma Paz afirma que, por este tipo de sistema de citas y notas tan distanciadas de su correcto uso, su libro puede estar en el borde de la copia.
Con la respuesta ya hecha y con haber probado los dichos erróneos, llamando a la reflexión y al sentido común del pensamiento de Arguedas, se tranquilizaba el ambiente intelectual del medio; sin embargo, la contrarréplica provino desde El Diario en el mes de julio:
El Dr. Paz se ha molestado con mi elogio y me ha dirigido una airada respuesta en la revista “Claridad”, usando del nombre de uno de sus hijos […] Yo he de dejar de lado a este caballero y voy a responder directamente al Dr. Paz, sintiendo muy de veras que lo destemplado de su ataque me mueve a escribir estas cuartillas, pues no habría querido que la más encumbrada autoridad del ramo judicial sufriera menoscabo en sus prestigios (Paz, 1922, p. 19).
Como podemos ver, Arguedas siente el menosprecio del autor de Historia del Alto Perú y por no tomar cartas en el asunto y mandando, como mensajero de la respuesta, a su hijo a defender las criticas ofensivas a su labor como historiador. Al sentirse ofendido comenta su defensa a la fuerza, “pues de no hacerlo aceptaría para mí la tacha de impostor y petulante […] acusándome, de paso, de envidioso y mala persona” (Paz, 1922, p. 20). Con sus seis artículos difundidos por El Diario27, uno podía súbitamente sugestionarse por la mala recepción de su obra en ciertos intelectuales del medio, pero, a pesar de las injurias que hablaran sobre su libro, sigue insistiendo que el libro de Luis Paz es un acopio de documentos y copia de varios historiadores. Se puede observar la indignación del escritor, donde, primero arma sus municiones para atacar a la persona y luego a la obra, para luego dar una sincera disculpa, confirmando que “ni por celos, ni por envidias ataqué su libro como lo hice, lo confieso, aunque veladamente en mi prólogo” (Paz, 1922, p. 22). Es aquí, donde su Paz (hijo) da por terminada esta polémica de historia, aclarando varios datos e incongruencias de su contrincante en su respuesta final.
En un sistema de acumulación de los escritos, Paz (hijo) publica, al año siguiente, el folleto Un proceso histórico. Respuesta al proceso literario de Alcides Arguedas, en el cual recopila todo el embrollado camino del porque responde con este folleto a la cuestión que tanto llenó de ira los comentarios en el ambiente intelectual. Se desglosa una serie de hechos conocidos en la polémica que aplica Arguedas en sus artículos: copias de autores, citas malhechas, comillas ausentes, autenticidad intelectual y acumulación simple de obras. Paz (hijo) aclara todas estas inquietudes y condena el origen del pleito ya que una obra debe defenderse sola y no atacar a otra ni menospreciarla, tal como hizo Arguedas en su tomo de historia. Cuestiona la autenticidad de su obra28, declarando, ante todo, y afirmando que Arguedas “no ha consultado ningún archivo, no cita ningún documento original que hubiese pasado por su vista” (Paz, 1922, p. 23).
Paz (hijo), dando por finalizada esta polémica, sugiere, con un tono sincero y no dañino, “dominar su carácter y su orgullo, a respetar a las personas y la cultura de su país” (Paz, 1922, p. 39).
Acá se enfatiza en el análisis riguroso del cómo se escribe la historia y como es la respectiva imparcialidad de esta para el público lector. Si bien Luis Paz no pudo continuar con sus tomos de historia, sí lo hizo Arguedas29; aunque no fue recibida muy bien ni por sus contemporáneos30 ni por los futuros escritores; si bien fue aceptada en el exterior por su titánica labor solitaria, esta polémica sería un punto clave para la formación como historiador que iba a convertirse en esa década.
CONCLUSIONES
La obra y personalidad de Alcides Arguedas determinó nuevas visiones sobre la identidad del ser boliviano. Arraigado a su positivismo, impreso en sus escritos, generó bastante discusión en la sociedad boliviana de la primera mitad del siglo XX sobre el constante desarrollo que implora a sus coterráneos. Sus polémicas demuestran el carácter combativo para poder probar que su pluma sincera y sin tapujos era la necesaria en la Bolivia de ese tiempo, fustigando a cualquiera quien vea como una amenaza ejemplar en el futuro, tal como se comentó sobre sus rivales en las polémicas comentadas.
Comprobando estas tres primeras polémicas del ensayo –en nuestro siguiente estudio ahondaremos las restantes–, todas son caracterizadas por la crítica gubernamental, ideológica e histórica. Esa facilidad de manejar el discurso de Arguedas hace de él un crítico implacable y a la vez condicionante a que todos sigan sus ideas y pensamientos, complacidos sobre las verdades que dice y escribe, sus seguidores –incluso hoy– siguen tomando nota de sus textos, pero también existe los que rechazan sus ideas y pensamientos.
La polémica con Bautista Saavedra se va por el hecho de examinar y dar un panorama de los errores del intelectual en el poder y como este lo succiona para convertirse en un caudillo, confirmando el cambio de su antiguo profesor y guía sea devorado por el animal político y apasionado cuando llega a la presidencia. Es así como la crítica gubernamental está más visible que nunca y Arguedas no solo cuestiona, sino conmueve a los lectores a ver el cambio político de Bautista Saavedra.
En el caso de la polémica con Tristán Marof se hace una crítica mordaz a la venida de ideas socialistas y que contagien al colectivo popular. Arguedas, constantemente va describiendo los horrores del país si un líder con las características violentas y primitivas llega al gobierno. Resulta incómodo para él las nuevas formas de pensamiento comunista y va adhiriéndose a los cambios que rechaza rotundamente e incita a la juventud declinar de estas ideas que solo traerán caos y desorden en un país aún en desarrollo. Es por eso la sagacidad tenaz contra Tristán Marof y sus ideas.
Por último y el tema que más generó disturbios mentales en Alcides Arguedas fue la formación del cómo narrar los hechos pasados de Bolivia. Al introducirse en la disciplina de la historia por un designio de compromiso patriótico que él mismo se impuso, creía ser loada su obra. Arguedas se equivocó. La sociedad no quería más lamentos y juicios pesimistas de la narrativa arguediana. Y, en este embrollo de publicaciones sobre la historia de Bolivia, tuvo una crítica agria de parte del hijo de Luis Paz, José María, quien primero aclaró algunas críticas ofensivas a la obra de su padre, para luego, en una polémica, analizar ambos libros y observar su método de Arguedas, donde ni cita ni comillas aparecía en su texto. Esta polémica inicia la negativa de la sociedad de aceptar al Arguedas historiador, mucho menos leerla o comentarla, pero aquí se discute el análisis de la rigurosidad de la disciplina, donde Arguedas acepta ser novato en el área. Algo que con los años deberá empeñarse a mejorar.
En estas polémicas se da a entender su preocupación por Bolivia y la venida de un gobierno totalitario (Saavedra), una ideología subversiva (Marof) y la concepción de explicar nuestra historia (Paz). Cada una de estas críticas fueron iniciadas por él, dando un látigo de sinceridad ante los hechos del cual Bolivia se iba invadiendo con el paso de los años como lo fueron los gobiernos militares, las ideas socialistas y la manipulación de la historia, particularidades que se dieron con eficacia en las siguientes décadas.
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- Abogado, novelista, sociólogo, diplomático, historiador y político. Uno de los más connotados escritores del siglo XX en Bolivia.
- A sus 24 años publicó su novela Pisagua (1903), donde se aborda en un romance el tema de la Guerra del Pacifico.
- La fundación Manuel Vicente Ballivián recopiló en el libro Epistolario de Arguedas. La generación de la amargura (1979) varios intercambios epistolares con varios escritores, tanto nacionales como extranjeros. En el libro mencionado se encuentran intercambios epistolares con Rubén Darío, Rufino Blanco Fombona y Manuel Ugarte, por citar algunos.
- En 1914 se publicaría la primera réplica en libro con el título En defensa de Bolivia. Respuesta a Pueblo Enfermo de Octavio Salamanca, obra que desmenuza la obra de Arguedas capítulo por capítulo y observando las fallas que tuvo en su estudio del indio y del mestizo.
- Escritor, sociólogo, abogado, diplomático y político. Miembro fundador del Partido Republicano en 1915. Sus obras más conocidas son El Ayllu (1903) y La democracia en nuestra historia (1921).
- El Partido Republicano llega al gobierno mediante la famosa Gloriosa revolución del 12 de julio de 1920 el cual derrocó al gobierno liberal de José Gutiérrez Guerra. Pasado las euforias populares se creó una junta de gobierno de transición conformada por José María Escalier, José Domingo Ramírez y Bautista Saavedra; este último logró convencer a la mayoría de sus seguidores de acceder a la silla presidencial por sobre otros miembros republicanos como Daniel Salamanca (que llegaría a ser opositor en su Gobierno con el nuevo Partido Republicano Genuino) y, bajo estímulos discutidos, logró que la Asamblea Constituyente lo proclamara presidente de la República de Bolivia el 28 de enero de 1921.
- Arguedas se caracterizó por mandar cartas recomendando a cada nuevo gobernante sobre el tipo de gobierno que debía ser. Algo así como un asesor nacional voluntario cuyo cargo fenecía al momento de no recibir ya respuesta alguna. Desde Bautista Saavedra hasta Carlos Quintanilla, aproximadamente diecisiete años, desde 1922 hasta 1939, no dejaba pasar por alto esa necesidad caprichosa de querer guiar a sus mandatarios en cada época según el momento coyuntural que se establecía.
- Las dos cartas, según Arguedas, fueron enviadas el 30 de junio y el 28 de octubre de 1922.
- Saavedra, en su obra sociológica La democracia en nuestra historia (1921), ahonda una serie cronológica de la psicología caudillista de cada presidente a lo largo de la historia de Bolivia y las vulneraciones de la ciudadanía en cada época de nuestra historia, restringiendo los derechos civiles e impidiendo el progreso nacional.
- Arguedas para ese tiempo ya estaba siendo conocido como historiador por sus tomos de historia de Bolivia.
- Elección ganada en mayo de ese año por José Gabino Villanueva (1881-1951), médico, político y miembro del partido de gobierno, designado por Saavedra para el puesto presidencial. Dicha elección fue anulada como también su designación como presidente de la república por no haber renunciado a su anterior cargo, ministro de Estado, con una anterioridad de seis meses antes. Aunque la maniobra fue dirigida por Saavedra para anular las elecciones generales, el hecho fue una amenaza a los derechos electorales de la ciudadanía.
- Marof muy joven, se adhirió a las filas del Partido Republicano, donde conoció a eminentes personajes de la sociedad boliviana como José Manuel Pando, Daniel Salamanca, Felipe Segundo Guzmán entre otros.
- Una de sus primeras obras Los Cívicos (1918), novela política, trata sobre las vicisitudes de un joven luchando contra el sistema del partido gubernamental.
- Su primera obra bajo este nombre, El ingenuo continente americano (1921) es una crítica general a las ideas foráneas románticas que el continente toma como fuente de superación, cuando no rico en falacias que no culminan en nada.
- Énfasis nuestro.
- Con el cual ganaría el año siguiente el Premio Roma, galardón promovido por Italia a las obras más representativas de cada país sudamericano.
- Se refiere al libro Poetas idealistas e idealismo en la América Hispana (1919).
- Para esta edición cambia el último capítulo Terapéutica Nacional por ¿Qué harán los militares?, esto debido a los desastres ocurridos en el conflicto con el Paraguay.
- Desde el golpe de Estado hacia el liberal José Luis Tejada Sorzano, dejando al general David Toro asumir la presidencia el 22 de mayo de 1936.
- En plena guerra contra Paraguay se le acusó de haber promovido la deserción en los combatientes.
- Ese mismo año también se publicó en la Escuela Tipográfica Don Bosco de la ciudad de La Paz el primer tomo, sin ninguna modificación. Siendo más accesible para los lectores del territorio boliviano.
- La motivación nace en 1912, cuando el historiador Charles Seignobos (1854-1942) dirigió la colección Histoire des Nations de l’Amerique Latine, compuesta por quince tomos, en el cual el tomo XI estaría dedicado exclusivamente a la historia de Perú y Bolivia, este último país fue designado al profesor Humbert, historiador del Liceo de Burdeos, el cual no aceptó redactar el texto referido a Bolivia; empero, conociendo la obra de Arguedas, recomendó a este último al comité para que se encargue de realizar la investigación. Firmado ya el contrato se emprendería a buscar documentos varios. Lamentablemente esta colección nunca salió a luz debido a las acciones bélicas que dieron origen a la Gran Guerra (1914-1918).
- El primer tomo, el cual Arguedas no tomó en cuenta para su crítica, se publicó en el mismo año, partiendo desde la colonia hasta los primeros meses de 1809, detallando datos sustanciales sobre la época colonial y el sistema de los virreinatos.
- En la lista de agradecimientos a quienes aportaron con información y documentos, incluida al inicio de su libro, está, casualmente, Luis Paz.
- Revista de la Sociedad Filarmónica Sucre, dirigida por Ignacio Prudencio Bustillo.
- También se publicó en simultáneo en El Republicano de La Paz.
- Mencionados por José María Paz.
- En ese tiempo se mantuvo entre dichos que el primer tomo tenía muchas similitudes con La Creación de Bolivia (1917) de Sabino Pinilla, obra póstuma prologada por Arguedas. Paz (hijo) en la polémica afirma esta teoría.
- Continuó con Los caudillos letrados (1923), La plebe en acción (1924), La dictadura y anarquía (1926) y Los caudillos bárbaros (1929). Aunque faltaron los tres tomos restantes La guerra injusta (Pacífico), Política conservadora y Política liberal, se desconoce por qué declinó Arguedas de esta misión que emprendió.
- Estos tomos de su historia de Bolivia estuvieron financiados por el magnate del estaño Simón I. Patiño y fueron duramente criticadas en su época.